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Editorial

Memoria para convivir

El aniversario de la muerte de Franco nos emplaza a una reflexión sobre la necesidad de cuidar la democracia, más hoy en día

Miércoles, 19 de noviembre 2025, 23:58

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Se cumplen hoy 50 años de la muerte del general Franco. Aquella dictadura que durante décadas limitó libertades, silenció voces, reprimió reivindicaciones y negó la ... pluralidad de nuestro país pertenece al terreno de la historia. Su sombra nos evoca el verdadero valor de la democracia y la fragilidad de aquello que, en muchas ocasiones, damos por sentado con demasiada facilidad. El País Vasco vivió de forma traumática los efectos de aquella ausencia de libertades: represión política, censura y negación de identidades convivieron con la legítima aspiración social a un autogobierno democrático. La llegada de la Constitución de 1978 y del Estatuto de Gernika de 1979 abrieron el camino hacia una etapa nueva y plural, en la que los derechos y la convivencia se convirtieron en pilares compartidos por toda la ciudadanía a pesar del empeño terrorista de ETA por dinamitar el modelo. El autogobierno estatutario ha sido la piedra angular de nuestro modelo de bienestar y progreso económico.Ciertamente, el tránsito a la democracia no estuvo exento de mucho dolor. La violencia fanática de ETA prolongó durante décadas un sufrimiento injustificable, pretendiendo representar un conflicto que la propia sociedad ya había encauzado por vías democráticas. Cincuenta años después de la muerte de Franco, lo más relevante no es el final de un dictador, sino el comienzo del deshielo que daría paso a una etapa de libertades y de estabilidad. Frente a la persecución de identidades, convivencia de identidades, la de un país que aprendió a dialogar incluso desde sus discrepancias y que hoy construye un marco basado en el diálogo entre diferentes. Ese es el legado más relevante que debe guiar nuestra labor. El futuro del País Vasco —como el de cualquier sociedad madura y avanzada— se debe trabajar po parte de todos en el respeto, el sentido crítico, la memoria y el compromiso con la convivencia democrática. Mirar al pasado no debe ser un lastre, sino una brújula que nos orienta: para no repetir errores, para valorar sinceramente lo alcanzado. La democracia no fue un regalo caprichoso. Fue, también, una conquista colectiva. Fue también factible porque se ejerció la responsabilidad de una generación que quería enterrar los viejos odios fraticidas. Aquel espíritu integrador debería seguir vigente. Quizá sea más necesario que nunca.

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