Batalla geopolítica
La necesidad de que Europa reduzca la dependencia extranjera en infraestructuras críticas, como los microchips, es inaplazable
El caso de Nexperia ha vuelto a exponer la vulnerabilidad tecnológica e industrial europea. En un intento de proteger la seguridad nacional, el Ejecutivo holandés ... aprobó el mes pasado una norma que le permitiría tomar control de infraestructuras críticas –como los chips– en casos de emergencia. En respuesta, el Gobierno chino vetó la exportación de determinados componentes e inmediatamente cundió el pánico en el sector automovilístico. La decisión ya se ha hecho notar en Honda, Nissan y Bosch, que han suspendido parte de su producción a la espera de más noticias. La gravedad del asunto es ineludible y recuerda a la crisis ocurrida durante el Covid-19, cuando la escasez de semiconductores ocasionó unas pérdidas globales superiores a los 180.000 millones de euros.
Los semiconductores son unos materiales diminutos de una importancia mayúscula para nuestras sociedades. Resultan indispensables para la fabricación de coches, frigoríficos, ordenadores, teléfonos inteligentes y otros aparatos electrónicos. De ahí que se haya desatado una batalla global entre Estados Unidos y China por el control de su suministro. Pero su fabricación es muy costosa y requiere de grandes inversiones. A día de hoy, el 60 % de su producción se encuentra en Taiwán; el 20 %, en Corea del Sur; y el resto, en orden decreciente, en China, en Estados Unidos, en Japón y en Europa. En un intento de reducir la dependencia extranjera de la UE en este ámbito, la Comisión de Ursula von der Leyen aprobó en 2023 el European Chips Act, con el propósito de movilizar 43.000 millones de euros para alcanzar una cuota del 20 % del mercado en 2030. En paralelo, el gobierno de Pedro Sánchez presentó el Perte Chip para reforzar el ecosistema nacional.
Sin embargo, ninguna de esas medidas ha logrado aún sus objetivos. España estuvo cerca de dar un salto de calidad gracias al proyecto de Broadcom para construir una fábrica en España, pero la compañía estadounidense abandonó finalmente las negociaciones con el Gobierno. Mientras, Holanda ya ha anunciado su intención de dar marcha atrás en su propuesta con tal de que China reanude la producción. Estos precedentes demuestran que la necesidad de lograr una alternativa a la dependencia extranjera es inaplazable. Solo de ese modo la UE puede quedar a salvo de chantajes ajenos con capacidad real para comprometer la seguridad y la estabilidad económica del continente.
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