Israel-Palestina: no hay solución
Tras del brutal atentado de Hamás del pasado 7 de octubre y la masacre que el ejército israelí está cometiendo en Gaza, muchos vuelven a ... hablar de la necesidad de retomar la fórmula de los dos estados. Se trata de mera palabrería que, a día de hoy, no tiene efecto alguno, entre otras cosas porque esa propuesta no parece viable. Tal vez lo hubiese sido hace años, pero ahora no. Ningún líder está pasando del dicho al hecho y en lo que llevamos de conflagración, ningún país europeo, pese al pronunciamiento de sus dirigentes, ha dado el paso para reconocer al estado palestino, pese a que varios Parlamentos se pronunciaron sobre este tema. Pongamos, por ejemplo, el caso español: las Cortes instaron al gobierno a aceptar a Palestina como estado en 2014 y todavía no se ha tomado ninguna determinación. Hemos asistido a enardecidos discursos de los dirigentes de Sumar a propósito de esta cuestión y, sin embargo, en el acuerdo entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz nada se dice al respecto. Es un ejemplo palmario de lo que estoy diciendo: palabras, no resultados. Aunque no nos engañemos, hasta que Estados Unidos no reconozca a Palestina no hay cosa que hacer y esto no se va a dar con la Administración Biden. Tampoco si vuelve Trump, claro.
Pues bien, lo primero que hay que decir es que la viabilidad del estado palestino es en estos momentos improbable. Si nos acogemos a las resoluciones de la ONU, sus fronteras habrían de ser las vigentes antes de la guerra de 1967, con lo cual Jerusalén Este (donde se halla la Ciudad Vieja), anexionada por Israel, pasaría a ser la capital del nuevo estado. Para Tel Aviv esto es innegociable y nunca va a ceder en este aspecto. Basta recordar aquella ocurrencia de Trump: que la capital fuera un barrio marginal de la periferia de Jerusalén Este. Además, con la puesta en marcha de los asentamientos en Cisjordania y la colonización de Jerusalén Este, hay casi 800.000 judíos que, por ser contrario al derecho internacional, deberían abandonar esas colonias, lo que no se va a producir. Incluso, los asentamientos están dispuestos de tal forma que el estado palestino, de crearse, no pudiera tener continuidad territorial. De ahí que se hable del término bantustanes, en recuerdo de lo sucedido en Sudáfrica y Namibia en tiempos del apartheid.
Asimismo, los cientos de miles de refugiados palestinos tendrían derecho a volver desde los campos que hay en países próximos. En definitiva, ésta es una opción francamente irrealizable. Para Ben Gurión, lo importante fue proclamar el estado de Israel, con independencia de la partición realizada por la ONU, pues ya se encargarían ellos de ampliar su territorio como de facto llevan haciendo desde 1948. ¿Por qué si no Israel carece de una Constitución y sólo tiene leyes fundamentales? Porque en una carta magna se debe fijar la frontera y eso no les interesa, puesto que desean hacerse con toda la Palestina histórica, queriendo en especial los extremistas radicales, expulsar a los palestinos hacia Jordania y Egipto.
Si esta posibilidad no la creo factible, menos aún la del estado binacional. Israel se proclama como Estado judío, lo que margina al 20% de población árabe, para seguir a continuación con el resto de minorías existentes. De ahí que algunos intelectuales israelíes hablen, en vez de democracia, de etnocracia (Yoav Peled u Oren Yiftachel). El estado binacional integraría la Franja de Gaza y Cisjordania, por lo que incorporaría a 5,4 millones de palestinos, lo que crearía un desequilibrio enorme respecto de la población judía, unos 7 millones. A ello habría que sumar el derecho de retorno de los expulsados desde 1948. Por consiguiente, con una tasa de natalidad más elevada, los palestinos no tardarían en ser mayoría. De hecho, si este estado fuera democrático, tendría que conceder la ciudadanía plena a esos palestinos, algo que muchos israelíes rechazan. El estado de Israel dejaría de ser judío, tal como está definido ahora. Portodo esto, la alternativa binacional no puede llevarse a término en las actuales circunstancias. No olvidemos que el odio entre las dos comunidades es tal que, aun con un modelo político democrático, secular y atractivo, seguramente terminaría fracasando por esta realidad ineludible.
En definitiva, no creo que ninguno de los dos proyectos salgan adelante, así que estamos ante un problema sin solución. La comunidad internacional ha dejado que la situación se deteriore de tal manera que se antoja muy difícil llegar a un arreglo. Los acuerdos de Oslo (1993) abrieron una vía y con Isaac Rabin quizás se podía haber avanzado hacia la paz con apoyo internacional. Pero, desde entonces el panorama ha empeorado y sólo atisbo ciclos de violencia, de suerte que Israel no tendrá ni seguridad ni tranquilidad.
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