Extraños en el asiento de atrás
E s obvio que el servicio de taxis de Donostia presenta déficits y es probable que la solución a este problema pase por la concesión ... de más licencias. Entre los más entusiastas defensores de esta idea, figuran algunos taxistas veteranos que, liquidadas ya sus deudas, están sencillamente hartos de pasar mil horas al volante en un intento de evitar que se redoblen las críticas al sector. Dicen que las compañías no cogen el teléfono y es algo lamentable que a todos nos ha pasado. También es verdad que lo habitual es que sí lo hagan. Hay personas mayores que recurren habitualmente al taxi para trayectos cortos, y el taxista aparece puntual, recoge al cliente y, en su caso, le ayuda a subir y bajar.
Esta semana una taxista ha sido agredida por un conductor particular y lo más insólito es que el suceso haya trascendido porque en realidad, las agresiones a los taxistas están a la orden del día. Alguien al volante rodeado de extraños es una víctima propicia. Quién es en realidad el que viaja en el asiento de atrás es algo que no se descubre hasta que finaliza el trayecto. De lo que acontece durante los servicios nocturnos, mejor ni hablamos.
En los problemas reales del sector del taxi, pendientes desde hace ya demasiado tiempo, han encontrado algunos la excusa perfecta para dar rienda suelta a una idea del mundo, que se resume en: «Los demás son un desastre». La agresividad contra trabajadores de algunos sectores –que pronto serán más– es 'trendy' y esto es algo que certificarán desde reporteros de calle o conductores de bus hasta personal sanitario, todos ellos objeto de recurrentes trifulcas.
Y aclaro: no tengo ni he tenido la menor vinculación con el mundo del taxi. Eso sí, cuando me subo en uno, soy todo oídos.
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