Condenado a ocho años y seis meses de cárcel por violar a su expareja en Errenteria
El acusado esperó a la víctima en el rellano de la escalera de la casa y accedió al interior tras impedir con el pie que la mujer cerrara la puerta
Un joven ha sido condenado por la Audiencia de Gipuzkoa a ocho años y seis meses de cárcel por haber violado a su expareja ... en Errenteria. En el transcurso de la agresión, el acusado colocó sobre la cara de la mujer un cojín para que sus gritos no pudieran ser escuchados por los vecinos. Además de por el ataque sexista, el encausado ha sido sentenciado a otros nueve meses por un delito de malos tratos, y deberá indemnizar a la víctima con 15.150 euros por los «perjuicios sufridos».
La resolución ha sido dictada por la Sección Tercera de la Audiencia y en la misma se detalla que los hechos acontecieron la noche del 27 al 28 de septiembre de 2017. Entre las doce y doce y media, según recoge el texto judicial, la víctima encontró en el descansillo del séptimo piso a su expareja que le estaba esperando «con el fin de estar y hablar con ella». El agresor sabía que la mujer se encontraba sola en la casa pues había sido informado de que los tíos con los que los que residía se hallaban en Colombia.
La sentencia indica que ante aquel inesperado encuentro, la víctima se negó a hablar con el acusado, a quien pidió que se marchara. El varón, no obstante, se negó y aprovechó que la chica había abierto la puerta de la vivienda para colarse dentro de ella. Lo hizo tras colocar el pie entre el marco y la puerta, impidiendo así que se cerrara.
Una vez en el interior del piso, la mujer comenzó a empujar al agresor hacia la puerta al tiempo que le decía: «¡Vete, vete!; no tengo nada que hablar contigo». Sin embargo, el acusado hizo caso omiso de estas indicaciones, tras lo cual se inició un forcejeo entre ambos, en el curso del cual el procesado agarró a la víctima y la llevó al salón de la casa. Dentro ya de esta dependencia, el varón arrojó a la mujer al sofá y se tumbó sobre ella, al tiempo que le sujetaba fuertemente de las manos, «con el fin de inmovilizarla», mientras le decía que se calmara, que solo deseaba hablar con ella, a lo que esta respondió que «no tenía nada que hablar con él».
Cojines en la cara
En los instantes posteriores la tensión fue en aumento. Con la finalidad de impedir que los gritos de la chica pudieran ser escuchados por los vecinos, el acusado echó mano de dos cojines que se los puso en la cara. En un momento dado, sin embargo, la mujer consiguió quitarse al acusado de encima y salió corriendo al descansillo. El agresor, no obstante, la persiguió y logró introducirla nuevamente en el piso, para a continuación llevarla otra vez al salón y arrojarla sobre el sofá. Seguidamente, le colocó de nuevo los cojines en la cara, encendió la televisión para que el ruido tapara sus gritos y le quitó el móvil.
Como quiera que la mujer apenas podía respirar, el procesado accedió a retirarle las almohadillas y le manifestó que no le sucedería nada si se quedaba a dormir. Pese a la «total oposición» de la mujer, el investigado le instó a que se pusiese el pijama y exigió, además, que lo hiciera en su presencia. Seguidamente, la mujer se fue a la cama y cuando estaba tumbada, el acusado comenzó a tocarla, la desvistió y la forzó sexualmente, en contra de la voluntad de la expareja.
Tras la agresión, el acusado abandonó la habitación, momento que aprovechó ella para recuperar el móvil y encerrarse en el cuarto de baño, desde donde envió un mensaje a un amigo, a quien informó de la situación y pidió ayuda. Al salir la víctima del váter, el acusado vio que había hecho uso del teléfono, lo que le produjo un arrebato de ira en el transcurso del cual agarró a la mujer del cuello. A continuación, la metió en la cama junto a él, la sujetó con sus manos para evitar que se fuera y así permanecieron hasta las nueve menos cuatro de la mañana, momento en el que se personó en la casa una tía de la víctima, que había sido alertada por el amigo al que había enviado el mensaje.
En el transcurso de aquella mañana, la víctima interpuso la denuncia, tras lo cual la Ertzaintza inició las correspondientes indagaciones para identificar y localizar al autor, que fue detenido la ese mismo día por la noche.
Tratamiento psicológico
Como consecuencia de la agresión, la mujer sufrió diversas lesiones de las que tardó tres días en curar. Asimismo, debido a lo sucedido la víctima presenta en la actualidad síntomas de gran nerviosismo, ansiedad, tristeza, falta de concentración y apetito, insomnio, autoculpabilización, bajo autoestima, aislamiento social, además de miedo hacia el procesado. Todo ello, «le provocan un importante impacto en la esfera afectiva, cognitiva y conductual», por lo que necesita de tratamiento psicológico.
La Sección Tercera de la Audiencia considera que los hechos cometidos por el acusado son constitutivos, por un lado, de un delito de agresión sexual y, por otro, de maltrato no habitual. Por el primero de ellos, el tribunal le impone ocho años y seis meses de prisión y por el segundo, nueve meses. Además, le sentencia a diez años de libertad vigilada y le impone órdenes de alejamiento para cuando salga de la cárcel.
La sentencia, sin embargo, no es firme y puede ser recurrida ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco.
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