Orkatzategi (869 m.) y Aitzulo, el espectacular balcón del Alto Deba

Verde. El verde es el color por excelencia en el arranque de esta primavera que a pesar del aire fresco que nos ha acompañado esta semana, anuncia la fuerza de Eguzki. El astro rey va ganado protagonismo ante Ilargi, haciendo que cada día su luz caliente con más fuerza la tierra y sus habitantes, aunque Hodei se alía con el dios de la noche y cubre con una espesa y hermosa nube blanca los valles. Mientras la lucha entre los dioses continúa, Mari disfruta desde su morada de la belleza de las cimas que pueblan todo el territorio.

Entre ellas Orkatzategi, un precioso rincón del Alto Deba que la diosa de la justicia observa a diario desde Anboto, donde vive siete años, para vivir otros siete en Larrunarri, alternando así su lugar de residencia. Según cuenta la leyenda que Barandiaran recogió en Oñati, la hermosa divinidad vasca surca los cielos sobre un carnero, su animal predilecto. Junto a él se aparece a los visitantes inesperados en la entrada de su cueva. Según los oñatiarras, Mari vive con su marido, el genio Maju, en el hermoso paraíso cercano a la sierra de Zaraia, un complejo calizo que se alza en el Alto Deba al suroeste de Gipuzkoa, en el que Orkatzategi goza de una perfecta ubicación que le permite disfrutar de gran fama.

Su estratégica situación convierte sus cumbres en inmejorables miradores de algunas de las principales cotas del Norte de Euskadi. El macizo queda dividido por el barranco de Arbe y el pantano de Urkulu, donde se ubica el espectacular 'Ojo de Aitzulo', bajo los paredones del monte Orkatzategi. Haitzulo es uno de esos rincones preciosos de nuestros montes. El sitio por excelencia que se guarda en las instantáneas de aquellos que se acercan al lugar y que para muchos recuerdan el escenario perfecto para el baile de brujas y brujos. La verdad es que la energía del lugar invita a poner en marcha la imaginación y no cuesta nada situarse alrededor de una gran hoguera en su interior, mientras la música de una flauta y el sonido de las palmas marcan el ritmo de los asistentes que bailan en círculo... Fuera como fuese, quienes lo habitaron o lo habitan gozan del privilegio de ocupar un habitáculo único.

Quienes no somos del lugar y nos acercamos con el propósito de subir Orkatzategi, podemos partir del aparcamiento que da acceso al barranco de Jaturabe, utilizado tanto por quienes van al Orkatzategi y cualquiera de sus tesoros como por los que se dirigen a conocer la cueva de Arrikrutz. Seguimos la carretera que lleva a Araotz, cruzamos por el puente y continuamos unos metros hasta un desvío (dch.) señalizado con las características marcas blancas y amarillas de senda de Pequeño Recorrido. Se trata del PR-GI.106 Camino de Peregrinos, que une Arrasate con el monasterio de Arantzazu y recorreremos durante toda la primera parte de la excursión.

Remontamos unos metros hasta el canal de agua. Un bonito sendero discurre junto a él y nos lleva, bajo los farallones orientales del Orkatzategi, hasta los caseríos, desperdigados por la ladera, del barrio Urruxola. Tras abandonar la compañía del canal, un camino lleva hasta los primeros caseríos. Atravesamos entre ellos y seguimos un sendero con escaleras que remonta hasta la iglesia del barrio. Cruzamos la carretera y continuamos ascendiendo entre huertas hasta los caseríos más altos del barrio. Pasamos por delante de Garaikoa y su curiosa bañera de piedra de una sola pieza y seguimos ganando altura por un camino forestal que lleva hasta el collado Urrexolagarai.

Aquí dejamos ya la compañía del PR, que desciende hacia el embalse de Urkulu, y continuamos subiendo por la pista de la izquierda. El camino rodea la cumbre de nuestro objetivo y tras dibujar un par de zigzags en el tramo más exigente de la marcha, se aúpa al portillo Urtagain, que separa el Orkatzategi (izd.) y el Ametzueta (dch.).

Sin llegar al mismo alto, tomamos a la izquierda un sendero, algo difuso al principio, que serpentea entre el bosque bajo, supera unos árboles y remonta ya por terreno abierto a través de un suave lapiaz hasta la cumbre del Orkatzategi, cuyo buzón se asoma sobre el barranco de Urruxola.

Tras disfrutar de las vistas iniciamos el descenso por la vertiente contraria a la de subida. El camino se hace pronto evidente, aunque más abajo hay que coger un desvío (izd.) que se dirige directamente por el lapiaz hasta la balsa de Aitzgain. Si no lo encontramos no hay que preocuparse. Podemos seguir bajando por el camino hasta llegar a un pequeño grupo de árboles donde, ahí sí, hay que tomar a la izquierda una senda que lleva a la balsa. La rodeamos por la izquierda, sorteamos un par de dolinas y continuamos por un camino balizado que nos lleva directamente a la espectacular cueva de Haitzulo, que atraviesa la montaña de lado a lado y termina en un gran ojo en la pared oriental del Orkatzategi.

Aún sobrecogidos por tan imponente escenario, retomamos el descenso siguiendo las señales blancas y amarillas del PR-GI.102 (Senda del Agua) para descender hasta Araotz y la carretera, por la que retornamos al aparcamiento. Aunque antes visitamos la ermita de Sandaili (San Elías), erigida en una cueva. La tradición popular atribuye poderes de fertilidad al agua que gotea del techo de la cueva y se recoge en la pileta de piedra que hay delante del templo. De vuelta al coche, la visita a la cercana cueva de Arrikrutz es el perfecto complemento a esta excursión.

En la falda de Orkatzategi se encuentra el barrio oñatiarra de Araotz. Un bello rincón en el que según algunos historiadores nació el explorador y militar Lope de Aguirre (1510-1561). Se trata de un pequeño barrio rural cercano al santuario de Arantzazu donde el tiempo parece detenido. Caseríos centenarios pueblan este mundo siempre verde, salpicado por ermitas que funden los rituales cristianos con antiguos ritos paganos. En este lugar donde todo parece convivir en armonía, se abren las fauces de las entrañas de la Tierra. Galerías y cavidades llenan su subsuelo; entre esas formación se encuentran las conocidas cuevas de Arrikrutz, donde se localizaron los restos del león cavernario.

En otra de las grutas de la zona se encuentra la de Sandaili, en cuyo interior se erige la mítica ermita dedicada a San Elías. Hasta esta ermita durante siglos han acudido las mujeres con problemas de fertilidad. Según las creencias de los lugareños, hasta aquí acuden para mojar la cabeza, bañar los pies o beber su 'poderosa' agua. Acuden cualquier día del año, y después de las abluciones suben a la ermita, dejando en una mano del Santo viejo alguna ropita de bebé. Una vez que han dado a luz, regresan a San Elías y recogen la prenda que habían dejado, ofrendando vela y limosna.

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