Andando que es gerundio
Dos jóvenes de Jaén salieron de su zona de confort a un voluntariado en Bulgaria y regresando a pie y auto-stop recorriendo 3.000 kilómetros hasta Barcelona
Dejaron todo. Salieron de su zona de confort por la 'llamada interior' de hacer un voluntariado. Abandonaron sus excelentes puestos de trabajo y se fueron a Bulgaria.
El ingeniero Enrique Jiménez Medina de Jaén y el especialista en recursos humanos Andrés Linde Torres, ambos de Jaén y de 27 años de edad, se embarcaron en un voluntariado organizado por la ESC European Solidarity Corps. que consistía en, como nos cuenta el propio Enrique: «Convivir con 30 personas más del resto de Europa, durmiendo en tienda de campaña y lo justo para vivir restaurando un colegio que había quedado obsoleto debido a la despoblación del precioso pueblo de Mrachenik en las montañas de Bulgaria». Todo esto al jienense le llenó de gran satisfacción: «Para mí el objetivo principal fue más allá para convivir con los mayores y todavía mantengo correspondencia con un hombre de bien de 61 años sin hablar nada de Ingles o Español».
Medina nos cuenta cómo surgió esta historia: «La idea nació de la necesidad de salir de la rutina, dejando nuestra zona de confort». Ellos, antes que otros, hicieron de la necesidad virtud… Estuvieron allí, hicieron lo que tenían que hacer, establecieron importantes lazos de amistad y después, andando que es gerundio… De Bulgaria a Catalunya.
Fueron para hacer el voluntariado, pero antes de ir Andrés le comentó a Enrique la idea de regresar a España a pie y éste ni se lo pensó: «Todavía no había aceptado el voluntariado y ya dije que si». Una de las máximas de este par de aventureros-viajeros-andarines es, como nos señala Enrique: «No pagar por dormir ni por el transporte. Esto siempre ha sido un pilar en nuestro viaje». Así, a pie atravesando montañas, o en auto-stop para desplazarse entre pueblos, iban haciendo su periplo: «Nos adentrábamos en zonas rurales y nos ayudaba la gente que nos encontrábamos…» y ambos se quedaron sorprendidos por la hospitalidad y generosidad de los lugareños: «Es increíble ver cómo personas con muy poco, te ayudan en todo lo que pueden y además con una sonrisa en sus caras», nos cuenta sorprendido Enrique.
Y comenzaron el viaje a pie desde Seven Rila Lakes, de la que dicen es una de las mejores rutas de senderismo de las montañas Rila: «La cadena montaña más prominente de Bulgaria», apunta Enrique, añadiendo: «Estuvimos varios días perdidos en esas montañas en condiciones para las que no estábamos preparados y durmiendo siempre en acampada libre. Mi amigo con su tienda de campaña y yo con la hamaca». El día a día por aquellas montañas se hacía duro, pero fueron superando las dificultades según se iban presentando invirtiendo muchos días y muchas horas cada día en superar cada tramo: «Hacíamos rutas de treinta kilómetros, subiendo picos de más de 2.500 metros lo que nos costaba casi diez horas debido al fuerte desnivel». Y lo lograron: «Cruzamos Bulgaria, Macedonia del Norte, Kosovo, Albania, Italia, Francia…», allí se quedó Andrés para trabajar en la vendimia, mientras que Enrique, ya solo, continuó: «Hasta que por fin, llegué a Barcelona». Y de allí a su casa a enrolarse en otras historias.
Toda una aventura de 45 días y tres mil kilómetros a pie y en vehículos que no pagaron, que nos les ha dejado indiferentes desde el día que se plantearon eso de andando que es gerundio.