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Espero que mis vecinos estén bien

Es una zona de servicios, repleta de turistas – muchos españoles–, también muy poblada: es el centro vivo de la zona más humana de Berlín

diego iñiguez

Martes, 20 de diciembre 2016, 09:55

La plaza es, quizá, el lugar más emblemático de Berlín-Oeste. Entre la Budapesterstraße y la Ku-Damm, las calles más comerciales; frente a la puerta principal del Zoo y junto a su histórica estación. Pero, sobre todo, el mercadillo de Navidad, siempre repleto, está a la sombra de la Gedächtniskirche: la ruina de la iglesia votiva inaugurada por Guillermo II en el cénit de su reinado, bombardeada en la Segunda Guerra Mundial, conservada como quedó en memoria de la locura y la maldad. De la orgullosa iglesia neobizantina solo quedó una torre la iglesia rota para nuestros hijos con el reloj parado.

El alcalde ha pedido a los berlineses que se queden en casa. Es el momento de buscar a los amigos y asegurarse de que todos están bien. Charlottenburg es el centro del Berlín occidental, ha sido nuestro barrio durante nueve años. Hemos pasado por la plaza casi todos los días, camino del trabajo, yendo al parque del Zoo con los niños, de compras al KDW. Nuestros hijos han tocado con su escuela de música en la iglesia, se han reunido allí con su grupo scout, Die Normannen, un grupo tan musical que de ellos ha salido Polkageist, el grupo favorito de los taxistas de Berlín. Esperamos que no haya entre los heridos vecinos, amigos del grupo scout, del colegio, del trabajo. Es una zona de servicios, repleta de turistas muchos españoles, también muy poblada: es el centro vivo de la zona más humana de Berlín. Mientras escribo van llegando respuestas de amigos: «Todos en casa», escribe Thorsten, que trabaja al lado. «Nosotros bien», dice Daniela, jueza en Charlottenburg. La reacción de Berlín será como la de Múnich en junio: calma, con información precisa y veraz del alcalde-presidente y del portavoz de la policía, ninguna declaración estridente. La sobria contención de nuestros amigos alemanes, de la admirable democracia, de la estupenda diversidad cultural, nacional, política, sexual, religiosa e irreligiosa, universitaria y creativa de Berlín contra cuya resolución de ser libres y pensar, hablar y vivir como decidan, en la que nos inspiramos desde hace tanto tiempo, han lanzado unos bárbaros un camión en marcha. En vano.

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