Taiwán y Venezuela, los nuevos frentes de guerra que han abierto las superpotencias mundiales
China y Japón se enredan en un rifirrafe por la soberanía de Taiwán, que Pekín podría reclamar por la fuerza; Estados Unidos, por su parte, pone al régimen de Maduro en su diana
Ha querido la casualidad que dos portaaviones sean protagonistas de los conflictos que han abierto en las últimas semanas las mayores superpotencias mundiales. China, que ... acaba de estrenar el 'Fujian', ha abierto un contencioso con Japón por Taiwán, su 'provincia rebelde'. Estados Unidos, por su parte, ha trasladado el gigantesco 'USS Gerald Ford' al Caribe para amedrentar al régimen venezolano. Analizamos los escenarios bélicos que se abren a ambos lados del mundo.
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La República Popular de China nunca ha gobernado Taiwán. Sin embargo, Pekín reclama para sí la soberanía de la isla, oficialmente denominada República de China porque en su territorio se refugiaron los nacionalistas a los que Mao Zedong venció en la guerra civil que siguió a la ocupación japonesa.
La mayoría de los países tampoco reconocen la independencia de la antigua Formosa, pero 'de facto' lo es: cuenta con un gobierno democrático, un ejército propio armado por Estados Unidos y una dinámica economía capitalista completamente integrada a nivel global y que, entre otras cosas, fabrica la mayoría de los chips que se utilizan en el mundo.
El presidente chino, Xi Jinping, no esconde nunca que su objetivo es integrar a Taiwán en el régimen comunista que lidera. Y la vía preferida para conseguir esa reunificación es la pacífica. Sin embargo, tras las protestas prodemocracia de Hong Kong que han reafirmado el carácter autoritario de Xi, la opinión pública taiwanesa es cada vez más contraria a esa reconciliación política. Así se demuestra tanto en las elecciones que dan la presidencia a los independentistas como en las encuestas que inquieren la respecto.
Una invasión peligrosa
Por lo que a Xi solo le quedaría la consecución de su meta por la fuerza. Eso sí, con una invasión se arriesgaría a abrir un conflicto que muchos analistas consideran potencialmente precursor de una Tercera Guerra Mundial. No obstante, eso dependería sobre todo de la actitud que tomen las grandes potencias. La última en posicionarse ha sido Japón, donde su nueva primera ministra, Sanae Takaichi, ha afirmado que esa invasión supondría una «amenaza para la supervivencia» del país del Sol Naciente y, que, por lo tanto, acudiría a su rescate.
Desafortunadamente para Takaichi, China ha compuesto en las últimas décadas una Marina formidable, en la que este mes ha entrado en servicio el 'Fujian', su tercer portaaviones y el primero equipado con catapultas electromagnéticas. El gigante asiático ha simulado ya en varias ocasiones la toma de la isla con ejercicios que han logrado rodear Taiwán y hay unanimidad en torno a su capacidad para tener éxito. Incluso si Japón y Corea del Sur se implican.
Otra cosa muy diferente sería controlar el territorio. Por eso, en Pekín se analiza con minuciosidad lo que le está sucediendo a Rusia en Ucrania. No solo por el fracaso de una fuerza teóricamente muy superior en el campo de batalla, donde avanza con gran dificultad, sino también por la actitud de sus aliados. Y, a ese respecto, la clave de lo que pueda suceder en Taiwán está en Washington.
Porque Estados Unidos está obligada a suministrar armamento para la defensa de la isla, pero no a intervenir militarmente. En ese punto mantiene una «ambiguedad estratégica» que deja la decisión en manos del presidente. Y Donald Trump no ha aclarado qué haría pese a que se lo han preguntado en reiteradas ocasiones. De momento, la superpotencia americana ejerce un gran poder disuasorio con sus bases militares y la rotunda presencia naval en la región, pero Xi cada vez le tiene menos miedo y avanza que la reunificación es uno de los grandes objetivos para el centenario de la proclamación de la República Popular, que se celebrará en 2049. Las dos superpotencias podrían verse entonces cara a cara.
Estados Unidos abre un peligroso frente de batalla en el Caribe y el Pacífico
Al gobierno de Donald Trump no le faltan capítulos de la historia a los que recurrir para anticipar sus acciones en Venezuela, en cuyas inmediaciones ha desplegado un enorme poderío naval liderado por el portaaviones más avanzado de su flota, el 'USS Gerald Ford', para combatir al narcotráfico. El Caribe concentra así el 20% de su Marina. Son unos 12.000 hombres, menos de la mitad de los 33.000 que se necesitaron para invadir Panamá. Es una escalada bélica que este sábado ya tuvo su primer efecto: al menos seis aerolíneas, entre ellas Iberia, decidieron cancelar sus vuelos al país después de que la Autoridad Federal de Aviación estadounidense instase a «extremar la precaución» por «la situación potencialmente peligrosa» en la región y el aumento de los vuelos militares.
El presidente Nicolás Maduro está convencido de que el objetivo de Trump es derrocar a su régimen y él es el primero interesado en invocar los fantasmas de todas las intervenciones de EE UU, desde Vietnam hasta Irak, en un siglo que ilumina el mapa sudamericano con destellos prestados de Teherán, Managua, Bagdad o Panamá.
La caída de Maduro no abriría un capítulo nuevo, sino un collage de viejas historias: el vacío de poder que devoró a Irak en 2003, la fragmentación libia de 2011, la guerra proxy que se libró en Nicaragua durante la década de los 80 y la narrativa del 'narco-dictador' que precedió a la entrada de los marines en Panamá en 1989. Sobre la mesa del Despacho Oval el comandante en jefe tiene diferentes opciones para el cambio de régimen que busca. «No descarto nada. Simplemente tenemos que ocuparnos de Venezuela», zanjó el lunes.
Noriega, Bin Laden o Gadafi
La víspera había abierto la puerta a las negociaciones con Maduro, que ya exploró en octubre pasado cuando los barcos de guerra empezaron a acumularse frente a sus costas. Pero su plan de transición no tenía recorrido en la Casa Blanca, porque solo se comprometía a transferir el poder a su vicepresidente, Delcy Rodríguez, en tres años.
Si la guerra psicológica para forzar el exilio de Maduro no funciona, ni los esfuerzos por provocar una traición de sus generales, a los que se tienta con 50 millones de dólares de recompensa, el escenario bélico podría estar inspirado en los ataques aéreos de junio a las instalaciones nucleares de Irán. El Pentágono tiene ya una lista de objetivos.
La alternativa a una captura masiva al estilo de Noriega sería una operación especial a lo Osama Bin Laden. El líder bolivariano tiene abierta una causa penal por narcotráfico en un juzgado de Manhattan desde el primer mandato de Trump, así que podría acabar sus días en la cárcel, como Noriega, lo cual ya es mejor que linchado como Gadafi.
Por mucho que la líder de la oposición, María Corina Machado, asegure estar lista para tomar el control del país al día siguiente, el riesgo podría parecerse más al de Irak que al de Panamá, porque Venezuela dobla a Irak en territorio y está llena de diferentes grupos armados.
Se calcula que para invadirla de forma convencional se necesitarían entre 50.000 y 150.000 tropas, por lo que la desestabilización interna con las operaciones encubiertas de la CIA podría parecerse más a la estrategia que en 1954 forzó el cambio de régimen en Guatemala.
En todos estos casos EE UU ha cometido una serie de errores históricos que empiezan con subestimar el caos del día después, apostar por actores locales sin suficiente legitimidad y crear vacíos de poder que llenan los grupos paramilitares, guerrilleros o mafias. La duda ya no es si caerá Maduro, sino cómo, cuándo y cuántos errores repetirá EEUU en este nuevo cambio de régimen.
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