Irán se plantea trasladar su capital por la sequía y la sobrepoblación
La posible evacuación de Teherán lleva meses sobre la mesa del Gobierno, pero las autoridades consideran que la situación es ya «insostenible»
Teherán se queda sin agua. El presidente iraní, Masoud Pezeshkian, ha vuelto a plantear evacuar la capital del país, que acoge a 17 millones de ... habitantes, por la escasez de este bien de primera necesidad. El mandatario alertó hace dos semanas de la posibilidad del traslado, cuando los principales embalses que abastecen la ciudad registraban unas cifras inferiores al 5% de su capacidad. Este jueves, sin ningún plan sólido sobre la mesa, ha vuelto a advertir de que «no hay otra opción».
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Los mensajes de las autoridades en torno al posible traslado de la capital han variado en los últimos tiempos. En julio, ya avisaban de que las reservas nunca habían sido tan bajas, y desde entonces ha llovido un 40% menos de lo habitual. Hace dos semanas comenzaron las restricciones del suministro en los barrios más populares durante la madrugada y Pezeshkian avisó de que, si la sequía continuaba, se verían «forzados a evacuar Teherán».
Sin embargo, este martes, la portavoz del Ejecutivo, Fatemeh Mohajerani, descartaba el plan por las complicaciones logísticas de trasladar la megalópolis. En sus declaraciones, la representante matizó que el verdadero objetivo del presidente era, más bien, lanzar una «advertencia responsable» a la población. Pero este jueves el Ejecutivo volvió a considerar esta misma medida señalando que la relocalización «es una necesidad».
Pero la falta de lluvias no es la única cuestión que contribuye a agravar la escasez de agua. La sobrepoblación que sufre Teherán juega un papel clave en la crisis. Según Mohajerani, la llanura de la capital solo puede soportar una población de cerca de 5 millones de personas, pero actualmente, en la ciudad y el área metropolitana, residen unos 18 millones. La portavoz también recordó que «hace años» que el Gobierno alerta del peligro de este «aumento de la carga poblacional» en esta megaurbe.
Siembra de nubes
La situación es extrema. Este es el sexto año consecutivo que Irán sufre sequía, algo que no ocurría desde hacía seis décadas. Entre el 23 de septiembre y el 7 de noviembre, las precipitaciones se redujeron un 85,7% en todo el país y un 95,8% en la capital, según datos del Centro Nacional de Predicción Meteorológica.
Sin una propuesta firme para reubicar la capital –ni siquiera se ha sugerido una localización alternativa–, las autoridades anunciaron la semana pasada el lanzamiento de una operación de siembra de nubes. El procedimiento consiste en pulverizar partículas de yoduro de plata en las propias acumulaciones para provocar la precipitación del agua.
Este procedimiento ya se utiliza en otros países como EE UU, China o Emiratos Árabes Unidos, y en España, las primeras pruebas tuvieron lugar entre los años 1979 y 1981 mediante un proyecto coordinado por la Organización Meteorológica Mundial.
La tecnología no solo sirve para fomentar la lluvia, sino que también evita la formación de granizo y ayuda a proteger los cultivos. Aunque no es una práctica muy extendida, actualmente, la modificación artificial del tiempo se realiza en dos zonas agrícolas de Madrid y Zaragoza. La técnica más vanguardista consiste en unos enormes generadores que abarcan áreas de entre 2.000 y 4.000 kilómetros cuadrados y que lanzan a la atmósfera núcleos de yoduro de plata en los días puntuales en los que la AEMET prevé fuertes granizadas.
La experiencia de España
El método, sin embargo, requiere una condición clave difícil de conseguir en zonas desérticas. Para estimular las lluvias, es necesario contar desde un primer momento con la presencia de nubes naturales. El componente químico facilita la caída del agua y puede hacer llover en una zona en la que no estaban previstas las precipitaciones. Además, la facilidad para hacer bajar el líquido también aumenta la cantidad que se expulsa.
José Luis Sánchez, catedrático de la Universidad de León e investigador de estos experimentos, afirma que «de las millones de toneladas de agua que hay en el interior de las nubes apenas se precipita el 2 o el 3%, y si iba a caer el 2% y cae el 2,2% se considera un incremento alto». A pesar de ser una cifra baja, significa que «la lluvia en el suelo ha aumentado un 10% o un 20%, y eso es muchísimo», explica.
El experto asegura que esta tecnología «no acaba con la sequía en absoluto, pero puede ser beneficiosa para paliar problemas en algunos sitios», como podría ser el caso de la capital iraní. Donde, a pesar de ella, la siembra de nubes no resultaría más que un «pequeño parche» para una sequía que ahoga el país.
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