«Katya y su familia mataron un cerdo hace unas semanas y afortunadamente tienen mucha comida»
Las familias que colaboran con la Asociación Chernobil Elkartea viven con una «tensa calma» la guerra en Ucrania
Una «tensa calma» está instalada desde ayer en los hogares de las cerca de 200 familias de Euskadi y Navarra que cada verano acogen a ... niños de Chernóbil. Daniel y su familia se despidieron hace unas semanas de Katya con la ilusión de saber que en unos meses volverían a rencontrarse de nuevo en Donostia. Pero la guerra ha dejado sus planes en el aire. Aún con «el shock inicial» de la invasión rusa, la prioridad de las familias que colaboran con la Asociación Chernobil Elkartea es el bienestar de sus niños de acogida. «Todas están dispuestas a traerlos, pero en estos momentos no es posible. Es frustrante», traslada Lide Álvarez, voluntaria de la asociación.
Desde que este jueves Rusia comenzara la invasión de Ucrania, el móvil y las redes sociales se han convertido en su mejor aliado para conocer en qué situación se encuentran estos menores que viven en pequeñas aldeas de la región de Chernóbil, a unos 80 kilómetros al norte de Kiev. «Han oído tanques y disparos y nos cuentan que está aumentando la presencia de tropas rusas en la zona», explica Lide. El ejército ruso se hizo ayer con el control de la central nuclear. Allí, en Dytyatky, en el 'check point' de entrada a las zonas de exclusión y parada de los tour turísticos que visitan la zona de la catástrofe nuclear de 1986, vive Katya con su madre y sus tres hermanos menores. «Han pasado la noche refugiados en el sótano de su casa a unos 0 grados. Pero como tenían frío, y viendo que la situación parecía tranquila, a medianoche han decidido subir a casa», cuenta Daniel. Habla con Katya al menos dos veces al día, pero «tampoco queremos que nos note angustiados». «Ella nos dice que está preocupada, pero de momento los bombardeos no le han tocado de cerca».
A pesar de las estrecheces con las que conviven a diario, «de momento no les falta de nada». «Se autoabastecen, comen de lo que cultivan. No dependen de las tiendas. En su caso, además, hace unas semanas mataron un cerdo así que afortunadamente tienen mucha carne», detalla Daniel. Para las 'grandes compras' la localidad de referencia es Ivankiv, pero «ayer estaba todo el comercio cerrado salvo la farmacia». Allí sí hay presencia de militares rusos, de hecho «han colocado una bandera rusa», cuentan desde la asociación. «Han amenazado con cortarles la luz y el gas, pero de momento no tenemos constancia de que haya pasado», explican con la información que recaban sobre el terreno gracias a su red de voluntarios y de lo que les cuentan las familias.
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Todas están pendientes de los niños. La mayoría además, como en el caso de Daniel, lleva años abriéndoles cada verano las puertas de su casa, por lo que el vínculo emocional que les une a los chavales es enorme. Katya llegó a Donostia por primera vez cuando tenía 7 años. Ahora tiene 15. Los dos últimos veranos, la pandemia ha truncado sus vacaciones en Gipuzkoa, pero esta Navidad ha podido compartir las fiestas con su familia donostiarra. El 19 de enero se despidieron con la ilusión de que el virus no impediría su rencuentro. Pero la guerra lo ha cambiado todo.
«Habíamos comenzado ya la búsqueda de nuevas familias de acogida para este año, pero se ha parado. Nuestra preocupación ahora es cómo ayudar a las familias que tenemos allí», indica Lide. Por el momento, aunque les resulta «frustrante», no hay mucho que puedan hacer. «Como el espacio aéreo está cerrado, hay familias que nos han dicho que están dispuestas a ir en coche a por los niños, pero tenemos que tener la cabeza fría hasta conocer bien cómo está la situación. Es una guerra. Estamos dispuestos a hacer todo lo que esté en nuestra mano y lo que se nos pida si en algún momento eso es posible, pero siempre de la mano de las instituciones», explican desde la Asociación Chernobil Elkartea.
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