Un irundarra, testigo del bombardeo de Irán en Catar: «Daba la sensación de estar viviendo en un videojuego por unos minutos»
Julen Esnaola se encontraba entrenando a 18 kilómetros de la base militar atacada en el momento del bombardeo de Irán
Catar regresa a la normalidad después de que el susto invadiese a su población el lunes cuando Irán tomó cartas en el asunto y respondió ... al bombardeo de Estados Unidos lanzando catorce misiles sobre la base militar estadounidense de Al-Udeid, a 25 kilómetros de Doha. Allí, muy lejos de casa, empieza a asimilar lo vivido, ya bajada la adrenalina, Julen Esnaola (Irun, 1983), entrenador de porteros del Al-Sailiya, equipo de la primera división catarí.
«Al principio asusta un poco, sobre todo por la incertidumbre de no saber qué puede pasar. Estás con la adrenalina a tope», admite Julen Esnaola. A este irundarra, que arranca su tercer año en el país del Golfo Pérsico, le pilló muy cerca el momento del lanzamiento de misiles. «Estábamos entrenando y nuestra ciudad deportiva parece que está pegada a la base que fue atacada (18 kilómetros)».
Era el primer día de la pretemporada y en el club decidieron empezar antes que el resto porque la pasada temporada fueron campeones en segunda división y buscaban llegar mejor preparados al inicio de la temporada. «Yo llegué el domingo a Catar y como era el primer día dije 'bah, no voy a llevar cámara'. Se hubiese visto todo perfecto en vídeo porque yo estaba con los porteros calentando y los misiles quedaban detrás de la portería», relata Esnaola todavía sin creerse del todo lo vivido. «Era la primera vez que veía algo así y espero que sea la última».
El irundarra no recuerda exactamente cuánto duró el bombardeo. «Entre cinco y diez minutos», más o menos. Lo que tiene claro es que en un primer momento no pensó que ese estruendo eran misiles. «Cuando empezamos a escuchar el ruido, les dije a los porteros 'mira, hay una fiesta'. Como son tan ostentosos en las celebraciones... Fue entonces cuando uno de ellos, de origen palestino, me dijo 'no, eso no es una fiesta, vámonos de aquí cagando leches que eso viene de la base militar de Estados Unidos'».
Incendios en la autopista
Y eso hicieron. Abandonaron el centro de entrenamiento lo más rápido que pudieron y tomaron la carretera, donde Julen Esnaola se encontró el verdadero caos. «Al lado de la autopista había un fuego enorme de una de las baterías antiaéreas que había caído sin explotar. La gente iba como loca con el coche. 'No nos caerá un misil, pero aquí nos revientan aún', pensé. Daba la sensación de estar viviendo en un videojuego por unos minutos».
Como en toda situación de incertidumbre, la población civil se apresuró por prevenir antes que curar y muchos cataríes inmediatamente fueron a llenar sus despensas y adquirir provisiones. «Veías las gasolineras llenas. Yo tenía el depósito completo y no reposté. En los supermercados también la gente estaba comprando de todo para tener víveres. Yo tenía de todo en casa pero decidí llenar el coche para tenerlo todo preparado y si volvía a escuchar un pelotazo de esos irme al metro o al desierto a refugiarme».
En una situación así, tan novedosa y extraordinaria como un bombardeo, todo impresiona y sorprende. «Lo que más me impactó fueron el cielo y los sonidos, de esos que oyes en la tele muchas veces. En uno de los vídeos que tengo se escucha perfectamente un 'boom'», subraya Julen Esnaola 24 horas después del ataque.
A medida que pasaban las horas, este irundarra fue entendiendo lo que ocurría y las pulsaciones le fueron bajando, consciente de que no había realmente ningún peligro. «Fueron unas cuatro horas desde que empieza todo hasta que tienes una fotografía general de lo que ha pasado, dónde estás y a lo que hay que atenerse», resume Julen. Hasta que la confirmación oficial de Irán le tranquilizó . «Nos mandaron el comunicado oficial que decía que el ataque no iba hacia el pueblo hermano de Catar, si no que el único objetivo era la base militar. Parecía un 'oye, estate atento que te voy a bombardear, para que lo pares'».
La normalidad ya ha llegado a Doha y, de hecho, el propio lunes a la noche se reabrió el espacio aéreo catarí, cerrado antes del bombardeo. «Tampoco he hablado con mucha gente. Conozco mucho a la comunidad española y tengo muchos conocidos sudamericanos, todos ellos trabajando en Qatar Airways. Mira que no tienen más que montarse en el avión e irse, pero todos siguen aquí», cuenta Julen Esnaola desde su casa en Doha.
«No trabajo donde quiero, si no donde me quieren»
Pese a que lleva un día hablando de todo menos fútbol, lo que ocupa el día a día de Julen Esnaola es la preparación de los porteros del Al- Sailiya. Es su tercer año entrenando en Catar, después de otros tres lejos de casa en Uzbekistán, India y el Caribe. «Este año estamos en primera división y por eso somos el único equipo que estaba entrenando, ya que el resto empiezan en julio. Nosotros al haber ganado la liga de segunda la pasada temporada, estábamos convocados antes para preparar bien la plantilla y ver los nuevos fichajes que tenemos que hacer», manifiesta Esnaola.
El fútbol catarí ha dado un salto de calidad y también de inversión después de haber acogido el Mundial en 2022. De hecho, el asteasuarra Julen Lopetegui ha cogido el cargo de seleccionador nacional y Vicente Moreno o Pablo Machín también están en Catar. «Ahora mismo es un puente de ir y venir de la liga española. Aquí no se pagan las millonadas que se pagan en Arabia Saudí, pero están invirtiendo en conocimiento».
Sin embargo, Julen Esnaola se desvive por volver a entrenar cerca de casa. Formado en la Real, donde juega también en el equipo de veteranos, sueña con trabajar lo más cerca posible de su hogar. «Tengo muchas ganas de volver a casa. Echo mucho de menos a mis hijos y me gustaría trabajar lo más cerca posible de ellos. De momento, no trabajo donde quiero, sino donde me quieren».
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