Desgarro por los muertos y desaparecidos en las riadas de Texas mientras EE UU se pregunta por los fallos en las alertas
Los rescatistas han localizado ya 81 cadáveres en la cuenca del río Guadalupe y sigue la búsqueda de víctimas, entre ellas varias niñas, en una «catástrofe muy horrible no vista en cien años», ha dicho Trump
«Habían venido miles de personas con una tienda de campaña, una caravana o para alquilar una casita a orillas del río, pero no sabemos ... quiénes son ni cuántos». El teniente gobernador de Texas, Dan Patrick, reconoció ayer que cualquier cifra de muertos por las repentinas riadas que el viernes arrasaron parte del centro del Estado es todavía provisional, porque muchas de las víctimas que las aguas arrastraron han quedado sepultadas por el lodo o atrapadas en lugares de difícil acceso. Al cierre de esta edición, esa trágica estadística sumaba ya 81 fallecidos: 68 fueron localizados en el condado de Kerr y 28 son menores. El resto de víctimas mortales pertenecían a los condados de Travis, Burnet, Kendall. Williamson y Tom Green. El presidente de EE UU, Donald Trump, ha anunciado este lunes que «probablemente» visitará la región el viernes. «Esta es una catástrofe no vista en cien años y es simplemente muy horrible de ver», ha manifestado en un tuit a bordo del avión presidencial de camino a Washington.
El sonido de las motosierras llena este lunes la cuenca del río Guadalupe. En bastantes tramos el agua aún baja con fuerza, pero el gran problema ahora son los restos del desastre. Decenas de coches y numerosos restros de casas y autocaravanas dificultan el paso de los socorristas junto a los enormes troncos derribados por la riada. Hay arboles en posición casi horizontal que revelan la potencia de la embestida de la inundación y otros vertícales donde se han encontrado kayaks y restos de equipaciones prendidos a cuatro metros de altura, lo que demuestra la altura a la que creció el cauce.
Los rescatistas avanzan con cuidado. Muchos de los cuerpos localizados se encontraban escondidos entre marañas de ramaje y otros en el interior de vehículos. Cada vez que localizan un coche hundido, los socorristas deben sacarlo a tierra y limpiar a mano con pequeñas palas el lodo que inunda el habitáculo para descubrir si hay algún cadáver.
En Kerville, la ciudad del condado convertida en el epicentro de la desgracia y la base de operaciones de los rescatistas, el desgarro emocional es evidente. Las misas por los fallecidos y los desaparecidos concentran un dolor «terrible» en medio de familias que van de un lugar a otro preguntando por el destino de algún allegado con el que no consiguen contactar desde el viernes pasado.

Cientos de feligreses se reunieron el domingo en la Primera Iglesia Presbiteriana tras enterarse de que Jane Ragsdale, de 68 años, miembro de la congregación y de su coro, había perdido la vida. Ragsdale era la directora y copropietaria del campamento Heart O' the Hills, uno de los lugares afectados por la inundación aunque la mayoría de sus jóvenes scouts estaban fuera en ese momento. «Está bien estar enojado por lo sucedido. Está bien tener mucho miedo. Está bien estar terriblemente triste», dijo a los feligreses la pastora que dirigió la oración.
Un ingente número de desahuciados se alojan en refugios provisionales. «Nuestra casa todavía está bajo el agua. Lo hemos perdido todo», cuenta a un medio local una mujer que tuvo que trepar al tejado junto a su marido y su madre justo cuando las aguas «entraban por todas partes» en su casa el día de la riada. «Si no fuera por los ladridos de sus perros, no se habría despertado a tiempo», explico, por su parte, una vecina de Kerville de 60 años. sobre las vicisitudes vividas por un sobrino suyo, residente en un recinto de casas móviles que fue arrasado por las aguas. «No tuvimos ningún aviso», se duele.
Ahora mismo, todos los esfuerzos se concentran en la búsqueda de víctimas y, sobre todo, de las niñas desaparecidas. Las responsabilidades se depurarán más adelante. Dalton Rice, el administrador municipal de Kerrville, ha anunciado que las autoridades realizarán una «revisión exhaustiva» de las medidas de alerta en una cuenca donde ya se habían producido anteriores desgracias y que concentra a miles de jóvenes scouts en la temporada de verano. De hecho, esta cuenca es una de las más peligrosas de Estados Unidos por la frecuencia de las inundaciones repentinas.

Durante años, la alerta fue el boca a boca. Cuando llegaba una crecida, los campamentos de los tramos superiores advertían a los inferiores para que tomasen medidas de protección. En 2015 la región decidió implantar un sistema compuesto por medios para monitorizar la subida del caudal con alarmas instaladas a lo largo de las orillas, pero su elevado coste lo aplazó año tras año. Con la llegada masiva de los móviles, se optó por la alerta telefónica habitual en otras zonas inundables o proclives a terremotos: un pitido de alerta temprana que llega a cada terminal. Sin embargo, el viernes la señal llegó tarde o no fue escuchada por miles de personas y aquellos que no pudieron ponerse a salvo en zonas altas.
Algunos afectados han relatado a los medios que la alerta de los servicios oficiales y de los cámpings les llegó cuando ya tenían el agua a la altura de la cintura. En otros casos se ha constatado que las víctimas se encontraban en áreas con escasa o nula cobertura telefónica. La mayoría estaban entretenidos con la festividad del 4 de julio y la perspectiva de un fin de semana largo en plena naturaleza.
Por eso, a los expertos les sorprende que, con la amenaza de lluvias torrenciales en vigor desde horas antes de las riadas, no hubiera un aviso previo a los turistas acampados y a los grupos scouts del riesgo en el que se encontraban. La región aloja más de una docena de campamentos y la mayoría se encuentra en el perímetro o incluso dentro de llanuras de aluvión y zonas catalogadas como de alto riesgo de inundación.
A la espera del milago
«Tengo la esperanza de que se produzcan milagros», ha dicho el teniente gobernador Dan Patrick, convencido de que aún se pueden hallar víctimas de las inundaciones con vida. «Nunca nos damos por vencidos en la búsqueda de alguien. En el pasado hemos sufrido tormentas que han arrastrado a gente 16 o 24 kilómetros río abajo, y los hemos encontrado vivos más tarde», declaró el político. Eso sí, admitió que estas horas clave para encontrar supervivientes «se están haciendo muy largas» y, para colmo, este lunes hay riesgo de que vuelvan las tormentas.
El país entero aguarda en vilo noticias, especialmente sobre la suerte que han corrido las 11 niñas del Camp Mystic que aún permanecen desaparecidas. Las otras 16 que estaban en paradero desconocido aparecieron sin vida y, según la prensa local, Dick Eastland, uno de los directores de este campamento de verano religioso para chicas fundado en 1926 y que siempre ha estado bajo el control de la misma familia, también ha fallecido por las riadas. Se busca además a otra adolescente que fue arrastrada por las aguas cuando viajaba en coche con su familia. Todos ellos sobrevivieron, pero la joven salió despedida del vehículo por la fuerza de las aguas.
Zona catastrófica



Mientras equipos de rescate acompañados por perros adiestrados y numerosos vecinos continúan buscando supervivientes y cadáveres entre montañas de lodo y de ramas, los políticos tratan de paliar otras de las consecuencias de la catástrofe natural. Ayer, el presidente de EE UU, Donald Trump, que aún no ha visitado el lugar -avanzó que podría ir este «viernes»-, declaró zona catastrófica el condado de Kerr «para que los valientes equipos de primera respuesta tengan todo lo que necesitan». «Esta es una catástrofe no vista en 100 años y es simplemente tan horrible de ver», subrayó el líder republicano, que también extendió sus condolencias a las familias de los fallecidos y se congratuló de que «se haya salvado la vida de 850 personas».
No obstante, entre los vecinos ayer se multiplicaron las críticas por la falta de una alerta a tiempo. «Cuando avisaron, ya estaba todo devastado», comentaba una mujer a undiario local de Kerr. La prensa trató de preguntar por esta cuestión al vicealcalde de esa localidad, Dalton Rice, pero este se marchó remitiéndose a lo que ya había dicho el sábado, cuando afirmó que «no hubo tiempo para prevenir» el desastre.
Algunos críticos de Trump señalaron a 'The New York Times' que los despidos en la agencia meteorológica nacional pueden haber influido en esta situación, ya que había numerosos puestos vacantes. Además, Kerr carece de un sistema de alerta temprana porque, sdegún el juez Rob Kelly, «los contribuyentes no quieren pagar por ello». Por su parte, los expertos en cambio climático advierten de que estas riadas serán cada vez más habituales y que los avisos son imprescindibles para salvar vidas.
Teorías de la conspiración
FAKE WEATHER. REAL DAMAGE.
— Kandiss Taylor (@KandissTaylor) July 5, 2025
Hurricane Helene left me powerless for 16 days & caused $57K in damage.
This isn’t just “climate change.”
It’s cloud seeding, geoengineering, & manipulation.
If fake weather causes real tragedy, that’s murder.
Pray. Prepare. Question the narrative.… pic.twitter.com/pBtlXUqlU4
Como no podía ser de otra manera, la catástrofe también ha atraído la atención de los conspiranoicos, como es el caso de Kandiss Taylor, candidata del movimiento de Trump, MAGA, al Congreso por Georgia. En su opinión, las inundaciones podrían ser fruto de una técnica conocida como 'siembra de nubes', que consiste en rociar el cielo con yoduro de plata para provocar precipitación sobre zonas que sufren sequía, como sucedía en el condado de Kerr.
Taylor considera que estos fenómenos climatológicos extremos son provocados. «Falsos huracanes. Falsas inundaciones. Falso. Falso», escribió en X. Aunque es cierto que en Texas esta técnica se utiliza, los expertos descartan que esté detrás de la catástrofe.
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