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Un grupo de niños sonríe en una escuela africana.
Una epidemia de risa por la independencia

Una epidemia de risa por la independencia

Las carcajadas de tres niñas en clase desembocaron en 1962 en una verdadera pandemia de histeria colectiva en una Tanzania que se encontraba en pleno proceso de descolonización

Ion M. Taus

San Sebastián

Jueves, 5 de octubre 2017

Las risas entre compañeros de clase son una estampa que se puede observar cada día en todas las escuelas del mundo, y en muchas ocasiones, ésta se contagia a los demás alumnos, creando un pequeño caos en el aula. Sin embargo, lo que no es tan habitual es que ese momento se extienda durante más de unos segundos, y menos aún que el contagio salte de las clases a la calle y acabe convirtiéndose en un problema de salud pública nacional.

Esto es lo que ocurrió hace 55 años en la actual Tanzania, por aquel entonces Tanganica. En un colegio de Kashasha, en la costa del Lago Victoria, tres niñas comenzaron a reírse. El profesor las amonestó por interrumpir, pero ellas no podían parar de reír. Contagiadas por sus risueñas compañeras, otras alumnas del aula se arrancaron con las carcajadas sin poder obedecer las órdenes del profesor. Desesperado, el maestro corrió a buscar ayuda entre sus compañeros, pero nadie del equipo docente podía detener, que reían sin parar hasta desembocar en llantos y desmayos. Al terminar el día eran ya 95 las niñas que reían de forma histérica, y nadie sabía lo que estaba pasando. Ese 30 de enero de 1962 , acababa de comenzar la gran epidemia de la risa de Tanganica.

El país había sido colonia británica hasta el año anterior, cuando logró de forma pacífica su independencia. Por su parte, Zanzíbar tardó un par de años más en liberarse del yugo británico. Independizados los dos países, decidieron unificarse bajo el nombre de Tanzania. En este contexto, el grupo de niñas había desatado una epidemia de risa histérica a la que nadie parecía poner remedio. Dos semanas después de su inicio, y ante la imposibilidad de dar clases con normalidad, la dirección de la escuela decidió cerrar el colegio y enviar a las niñas de vuelta a sus casas. Pero el remedio fue peor que la enfermedad, porque en sus pueblos y aldeas las pequeñas siguieron contagiando su risa. No tardó en comenzar a extenderse por todo el país, afectando a todo tipo de personas, aunque sobre todo a los más jóvenes.

Negocios e instituciones paralizadas

Los afectados no estaban todo el día riendo, lo probablemente hubiese vuelto literal la expresión ‘muerto de risa’. Se trataba de ataques de risa incontenibles y esporádicos, que al alargarse provocaban dolores agudos, llantos y desmayos. Las personas que se veían afectadas quedaban incapacitadas para realizar cualquier trabajo, y las crónicas de la época aseguran que fueron varios cientos los negocios, colegios y demás instituciones paralizados por estos ataques de risa.

Aunque el paso del tiempo probablemente ha exagerado y mitificado los hechos, llegando a hablar de millones de personas afectadas por este viral ataque de risa, los balances más cautos estimaba en millares los afectados, lo que indica la magnitud del incidente. Los últimos casos registrados tuvieron lugar 18 meses después del inicio y llegaron a traspasar las fronteras de la actual Tanzania para penetrar en Uganda.

Aunque se trata de un caso insólito por su magnitud, es una prueba de que aquello de que la risa es contagiosa es algo más que una frase hecha. Ls comunidad médica describe lo que aquellas chicas desataron como una epidemia de histeria colectiva, histeria en masa o psicosis colectiva. Este es el caso de mayor envergadura del que se tiene constancia en la historia, pero se han dado muchos más: A principios de los años 80 en Cisjordania otra epidemia afectó a más de 900 personas; en el año 2007, en Estados Unidos otro ataque afectó a 300, y ese mismo año se registró otro episodio en México. El más reciente ocurrió en 2014 en Colombia, y también afectó a niñas de entre 9 y 14 años.

Estrés por la situación del país

Los psicólogos aseguran que estos episodios suelen responder a situaciones de estrés de un individuo, en este caso, de un grupo, vinculados con procesos traumáticos y de grandes cambios. De hecho el último caso registrado, el de Colombia, se debió a los nervios que sufrieron las jóvenes por tener que recibir una vacuna. En el caso de Tanganica, historiadores y psicólogos han llegado a la conclusión de que fue precisamente el proceso histórico de independencia en el que se encontraba inmersa la población lo que lo desató. La retirada de la administración británica, la creación de nuevos gobiernos, muchos adultos forzados a cambiar sus trabajos o mudarse...es decir, una situación de estrés generalizada en todo el país que estalló en carcajadas, afectando sobre todo a los que menos preparados estaban para comprender lo que estaba sucediendo y gestionar sus emociones: los niños.

Así que ya saben, ahora que estamos inmersos en pleno desafío independentista por parte de Catalunya, además de todos los sentimientos que a cada uno nos pueden generar lo acaecido los últimos días, la alta tensión a la que estamos sometidos nos pone en riesgo de sufrir un masivo y colectivo ataque de risa que paralice el país. Aunque, pensándolo bien, quizá sea lo mejor que nos podría pasar.

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