«¡Viva la Virgen del Rocío y gora San Marcial!»
Las hermanas irundarras Sole y Nerea Echegaray no tienen raíces andaluzas pero llevan 30 años participando en la romería. «Es una semana sagrada»
Si hace treinta años les hubieran dicho a estas hermanas de Irun que apuntarse a una academia de baile de rumbas y sevillanas les iba ... a cambiar tanto la vida, no se lo hubieran creído. Lo que empezó como una actividad de ocio de la que disfrutar un par de horas a la semana, les ha dado «una segunda casa y una segunda familia» a más de 1.000 kilómetros de distancia de su Gipuzkoa natal. «Después de una cena, las de la academia organizamos un viaje al Rocío», cuenta Nerea con cierta pena, pues este año no puede estar ahí para disfrutarlo como lo lleva haciendo desde los dieciocho años –ahora tiene 47–. «No sabía, apenas, ni a dónde iba y me encontré con algo difícil de explicar, es un sentimiento increíble y algo muy impactante», intenta resumir.
Este peregrinaje religioso es una de las fiestas más importantes de Andalucía, en la que miles de peregrinos caminan como parte de una hermandad hasta la aldea de El Rocío para mostrar devoción a la Virgen. Se trata de un trayecto que puede durar días y noches en el que «no se camina por asfalto, sino que se cruza por arenas y senderos de tierra», detallan. «Se levanta mucho polvo y hace mucho calor, definitivamente suele ser una caminata dura».
Y es que a lo largo del camino cantan y rezan, pero además de compartir su fe es un tiempo que pasar con familia, amigos y donde se genera un «ambiente de festividad impresionante. Es innegable que hay mucha fiesta, que es quizás lo que más se vende, pero es mucho más que eso», asegura Nerea. «No hace falta recorrerse más de 1.000 kilómetros para encontrar fiesta, lo que encuentras en El Rocío es mucho más, y es algo que te llega, o que no. Hay gente que no lo entiende».
Las irundarras forman parte de la Hermandad Matriz de Almonte, que es la primera en llegar a la aldea de El Rocío, por lo que su simbología es, si cabe, aún más especial. «Dependiendo desde dónde vengan las hermandades, comienzan el camino antes o después. Nosotras, con Almonte, hacemos un día de camino –el miércoles–, y son alrededor de 20 kilómetros», explican. Después, van llegando el resto –son 128 hermandades en total– por lo que «el jueves y el viernes son días de estar allí y ver cómo van llegando» las agrupaciones rocieras.
«No todos nos entienden»
El sábado es un día grande pues «se presentan todas las hermandades» pero, sin duda, el de hoy es el más especial. «Cuando sale la Virgen el ambiente cambia un montón. Es un sentimiento mucho más serio. Es un día muy especial pero también muy triste, porque significa que se acaba», confiesa Nerea. «En la madrugada del domingo sale la Virgen y el lunes por la mañana se recoge». Y si algo no puede faltar durante estos días de devoción y celebración es visitar la ermita. «Al margen de lo religioso, es algo impresionante», aseguran ambas, conscientes de que «mucha gente no lo entiende, sobre todo los vascos porque es algo muy de ellos, de los andaluces. Yo no quiero convencer a nadie, pero solo pedimos que lo respeten». Para ellas, se trata de una «pasión».
Desde esa primera visita, hace treinta años, la festividad está marcada en rojo en sus calendarios. La presencia de las hermanas Echegaray es ya todo un clásico en Almonte, localidad de Huelva a la que vuelven todos los años rodeadas de cada vez más amigos. Eso sí, en un principio, no pasaban desapercibidas. «La gente se sorprendía mucho», recuerdan. «No entendían qué hacían allí dos vascas sin raíces andaluzas», insiste Sole. Pero algo que no dejó indiferente a las irundarras fue la acogida y el sentimiento de bienvenida que recibieron desde el minuto uno.
«Desde el principio muestran una hermandad enorme. Te abren la puerta de su casa, te dan de comer, de beber... Sin pedir nada a cambio», subraya Sole. «Es una generosidad increíble, muy distinta a lo que estamos acostumbrados los del norte». Las diferencias son claras, pero «es algo que me cautivó;su carácter, su gracia, todo lo hacen cantando», asegura agradecida la irundarra. Así han mantenido esta tradición viva durante tres décadas, alojándose en la misma casa. «Con los años conocimos a una mujer de Almonte y organizamos todo, somos muchos viviendo juntos , unos treinta, en habitaciones de siete u ocho personas. Es duro pero es una convivencia muy especial», recalca Nerea.
Dos fechas marcadas en junio
Lo más importante durante esos días de celebración –que finalizan el fin de semana de Pentecostés, aproximadamente 50 días después del domingo de Pascua–, es «el sentimiento que se comparte. Cada uno lo vive a su manera pero el sentimiento es lo que nos une a todos los peregrinos», describe Sole, que también añade que «cada vez más gente de fuera se anima a participar. ¡Hay hasta una hermandad filial de Bruselas!», asegura.
Después de treinta años, Sole y Nerea son una más en El Rocío porque «tuvimos la suerte de coincidir con gente que nos enseñó a conocerlo y vivirlo de verdad». Eso sí, con los San Marciales de Irun a la vuelta de la esquina, las hermanas aseguran que «viva la Virgen del Rocío y gora San Marcial pueden ir perfectamente de la mano». Para las hermanas Echegaray, el mes de junio tiene dos fechas «sagradas».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.