«Me voy de vacaciones y me evito problemas. El caos en Biarritz con motivo del G-7 está asegurado»
Los locales disponen de una acreditación para poder moverse esos días por el centro de una ciudad que se blinda ante la llegada de los máximos mandatarios mundiales
«Vivimos de los turistas, no de las autoridades que van a venir al G-7». Felipe Pontani está «indignado». Su tienda de artículos ... de playa situada en una de las cuestas que une el centro de Biarritz con el paseo marítimo se abarrota cuando sale un rayo de sol. Vende sombrillas, cubos para hacer castillos de arena, viseras, hamacas... Todo lo que se necesita para pasar un buen día en la playa.
El verano está yendo bien para Pontani, que guarda unas sombrillas recién recibidas en el almacén mientras cambia su expresión cuando se le pregunta por la cumbre internacional. Teme lo que pueda pasar los días 24, 25 y 26. Biarritz va a quedar «blindada» con la llegada de Donald Trump (EE UU), Angela Merkel (Alemania), Emmanuel Macron (Francia), Boris Johnson (Reino Unido), Justin Trudeau (Canadá), Shizo Abe (Japón) y Giuseppe Conte (Italia), entre otros.
Él todavía no sabe si va a abrir o no su tienda, aunque «probablemente cerremos. Nosotros tenemos acreditación para acercarnos hasta aquí y trabajar porque somos de Biarritz, pero los turistas no la tienen. Además, todo el paseo de la playa va a estar cerrado... ¿Qué vamos a ganar esos días? Absolutamente nada», reflexiona.
Jean Jaques y su equipo esperan dar de comer a periodistas.
Pedro se coge vacaciones en el G-7.
El hotel de Françete está completo durante la cumbre.
Clément trabajará esos días.
Felipe es el dueño de una tienda de artículos de playa.
Es concretamente muy cerca de la Grande Plage de Biarritz, en el emblemático Hotel du Palais, donde tendrá lugar la ceremonia principal del G-7. Alrededor de este alojamiento de lujo de cinco estrellas será donde se concentre la mayoría de la seguridad. Entre otras cosas, cerrarán al completo los alrededores. Al parecer, varios de los grandes mandatarios mundiales se alojarán en él. Las reuniones, por su parte, serán en el centro de congresos Bellevue.
Sea como fuere, a Pontani le parece una «tontería» celebrar el G-7 «en pleno agosto. Lo que tendrían que haber hecho es convocarla para el mes de octubre o septiembre, cuando Biarritz está más vacío de visitantes». Este comerciante considera que «cerrar la ciudad para unos cuantos mandatarios no es nada útil. Y no solo eso. Las broncas que va a haber en la calle van a ser apocalípticas. El caos está asegurado».
Son tales los altercados que se esperan para esos días que los biarrotas que regentan algún negocio y que no van a abrir se han hecho con paneles para cubrir los escaparates. No quieren que los «antisistema estropeen las fachadas de los locales». Pontani ya tiene sus maderas preparadas por si decide no trabajar durante los días que durará el G-7.
Hay una manifestación convocada para el sábado 24 que va desde Hendaia a Irun por quienes están en contra de la celebración de esta cumbre -dos columnas recorrerán la localidad fronteriza para unirse en el centro del municipio-. Además, también se teme la presencia de los chalecos amarillos. En la ciudad fronteriza también habrá cantidad de comercios tapiados para evitar incidentes. Incluso se han colocado barracones en el aparcamiento del palacio de Justicia de Baiona con casetas prefabricadas ante la previsión de que se incrementen las detenciones.
«Va a ser imposible llegar»
Si bien hay tiendas que tienen decidido cerrar, otras muchas se mantendrán abiertas «por si acaso», como es el caso de la pastelería Maison Adam, situada en el corazón de Biarritz, en la plaza Clemenceau. En ella, solo van a trabajar los empleados que viven en Biarritz «porque va a ser imposible llegar desde fuera hasta aquí», apunta Clément, uno de los trabajadores de este establecimiento.
«Se esperan problemas» tanto para entrar en la ciudad como para moverse por ella. Es más, en esta pastelería, muy conocida por sus cruasán y pasteles vascos, no creen que vayan a tener mucha actividad durante las jornadas en las que los líderes de los países que forman el grupo de los siete más poderosos del mundo debatan sobre política y economía. «A ver quién viene a comprar algo de postre si casi no se va a poder andar por la calle», se pregunta Clément, que, al residir en Biarritz, será uno de los empleados a los que les toque trabajar «esa semana».
Clément habla de semana porque aunque la cumbre solo dure tres días -sábado 24, domingo 25 y lunes 26- la ciudad estará blindada también las jornadas previas. Es más, las primeras consecuencias del G-7 ya se han empezado a notar en la frontera, así como en el tráfico y en los controles a pie de carretera.
Pedro Olivar, transportista portugués, conoce las restricciones por la radio. Aunque en la autopista hay colocados carteles que recomiendan no cruzar la frontera, no les ha prestado mucha atención. De todas formas, se considera un afortunado porque libra esos días. «Me voy de vacaciones y me evito problemas. Si tuviera que trabajar tendría que circular por la frontera, imagínate qué complicación... De la que me salvo», apunta.
Sus compañeros, a diferencia de él, sí tendrán que enfrentarse al fenómeno del G-7. Desde Tráfico han propuesto vías alternativas, pero «no son buenas opciones. Tenemos que hacer muchos kilómetros más». A los portugueses, como es el caso de los colegas de Olivar, se les proponen varias opciones, pero todas terminan en el paso por la Junquera en Girona. Así como a los vehículos sí se les permite algún desvío por nacionales de Navarra y Huesca, a los camiones no les dan esa opción. Si hubiera colapso total, estos serán parados en áreas de descanso hasta que se solucionara el atasco.
«Muchos periodistas»
Otro de los locales que va a abrir «a la espera de ver qué pasa» es el de Jean Jaques Larretche. Su pizzería, situada en la avenida Édouard, se mantendrá operativa cada día de esa semana, independientemente del G-7. No esperan turistas, porque no tienen autorización para pasear por el centro de Biarritz durante la cumbre, pero «pensamos que pueden acercarse aquí a comer muchos periodistas o gente relacionada con la reunión».
Razón no le falta. Estará prohibido pasear por la ciudad sin acreditación, pero serán miles los profesionales que esos día se muevan alrededor del G-7. Es más, el hotel Le Petit, regentado por su madre Françete, lleva tiempo completo, «pero no abierto. Aquí se alojarán periodistas o diferentes profesionales del sector. Ningún turista».
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