Teo Lázaro: «Los sanfermines lo son todo para mí»

El ritmo de trabajo durante cada jornada es infernal aunque saca tiempo para atender a El Diario Vasco, con el que completa un recorrido sentimental por los 848 metros del encierro y desvela los secretos de su trabajo. «Nos levantamos a las cinco de la mañana y desde la unidad móvil revisamos lo sucedido el día anterior, buscamos cuáles van a ser los participantes, el nombre de los toros, las fichas... Después subimos al 'set', nos maquillan y, en mi caso, bajo para arrancar en directo a las 7.15 horas a pie de corral».

La cuesta de Santo Domingo es el primero de los tramos clave. De ahí salen los toros. «Un día la definí como la antesala del miedo», reconoce Teo. «La inmensa mayoría de los corredores de esta calle son veteranos y expertos. De hecho, yo arranqué con 17 años en el callejón, después me posicioné durante 7-8 años en la calle Estafeta y en 2012 me establecí en Mercaderes. Entrar en el ayuntamiento y coger al toro a contraluz es espectacular. Esa luz es mágica, deslumbra. Ahora que no corro por razones obvias, me gusta incidir en este detalle».

La conversación se interrumpe a cada paso, sin exageración. «Gracias Teo por transmitir la verdadera esencia de la fiesta», le aplaude una cuadrilla de amigos mientras almuerzan en plena calle. Hay hasta quien le hace la ola. «Estoy muy agradecido por el cariño que recibo», apostilla mientras continúa analizando el recorrido.

La gran mayoría de participantes son conscientes de que se juegan la vida cada mañana. «Minutos antes se encomiendan a San Fermín, a sus creencias, tienen muy presente a su familia y tratan de evadirse por un momento visualizando la carrera soñada», añade. «A mí en 1993 me cogió un toro, pero no me corneó. En Lodosa, en cambio, sí sufrí dos cornadas. Noté el gluteo húmedo con mi propia sangre y mi muslo de aquella manera... La recuperación fue bastante más complicada de lo esperado, pero a eso nos exponemos cuando nos enfretantamos a un animal de 600 kilos», subraya. «En muchas ocasiones son más peligrosas las volteretas y las caídas que las cogidas. Por desgracia, lo primero que habitualmente golpea el suelo es la cabeza generando graves traumatismos craneoencefálicos. No se habla mucho sobre ello, pero es muy peligroso». Fermin Etxeberria, uno de los últimos fallecidos en un encierro, murió por un traumatismo craneoencefálico sufrido en Mercaderes el 8 de julio de 2003. También pervive en el recuerdo Daniel Jimeno. Como cada 10 de julio, sus padres y amigos colocaron un ramo de flores en el lugar donde falleció tras ser corneado en 2009. «Ese homenaje no sólo se lo hacen a su hijo, también a los otros quince fallecidos en la historia de los encierros», dice Teo.

Los corredores siempre hacen alusión a los capotes del Santo. No es para menos. Sus cánticos se convierten en una de las imágenes más emotivas cada día. El Santo se coloca por la mañana a modo de ritual: los mozos de la peña Alegría de Iruña se encargan de ponerlo junto a los 16 pañuelos que lo custodian, las velas, las flores... Y se le canta 'A San Fermín pedimos'. «Cuando se creó el cántico, se tardaban entre 25 y 27 segundos en interpretarlo. En el 2015 llegó a cantarse en 12 segundos. Estamos intentando pausarlo para que vuelva a los orígenes», señala.

La curva de Mercaderes con Estafeta emana peligro a simple vista, pero algo menos desde que aplican antideslizante. En la bajada de Javier, en cambio, la calle se parte por la mitad. «Se pone una barrera con un férreo control municipal para desalojar toda la zona. Para participar en el encierro hay que ubicarse entre Santo Domingo y el ayuntamiento, casi en la confluencia con Mercaderes, si no te expulsan», subraya. Tras la recta de Estafeta, llegamos al punto (casi) final. La estrecha entrada al callejón impacta. Tiene 3,6 metros de anchura y habitualmente se convierte en un embudo. «Y por eso se suscitan tantas caídas. Es el momento de más tensión».

¿Cuál es el broche de oro de los corredores cada jornada? «Almuerzan con la familia. Analizan, comentan y viven con fervor cada instante previo, durante y después del encierro. Es una fiesta que se vive 24 horas en la calle. Eso es lo más bonito de todo», defiende mientras los aficionados le esperan para otra foto. «Los sanfermines lo son todo para mí», resume emocionado.