«El porno anula aspectos centrales como el respeto y el placer»
La profesora de la UPV María Dosil afirma que la pornografía «es la comida basura del sexo»
Es un dato que impacta. El 70% de los chicos españoles ve entre los 13 y los 18 años entre 300 y 950 horas de ... pornografía, lo que sale, de media, algo más de dos horas a la semana durante esa época de cinco años de la adolescencia. Lo aporta la profesora en la Facultad de Educación de la UPV/EHU de Bilbao María Dosil Santamaría en su artículo 'La nueva pornografía online y los procesos de naturalización de la violencia sexual', que analiza el impacto que tiene este contenido audiovisual en los chicos y chicas menores de edad en su comportamiento, emociones y formación sexual.
El estudio de donde viene esa información, dirigido en las Islas Baleares, es uno de los más completos realizados hasta ahora con la participación de familias, profesorado y hasta 3.000 alumnos, elemento que no suele ser lo más común en las investigaciones. También menciona que el 25% de los adolescentes ve en esa misma franja de edad más de mil horas de porno, que es aproximadamente media hora al día durante cinco años.
Los expertos agradecen que el problema de la pornografía y el acceso que tienen los menores a él haya entrado de lleno en el debate público y político, y aunque Dosil considera que la propuesta del Gobierno central de diseñar una aplicación que verifique la edad del usuario en las páginas web pornográficas «es una buena medida y los tiros van por ahí», apunta que «llega bastante tarde» porque «la pornografía ya ha llegado a muchos adolescentes y había marcos normativos internacionales y europeos ya existentes» para el control de los dispositivos y los contenidos que ven los adolescentes.
Desde la premisa de que «el porno es la comida basura del sexo», nada bueno puede venir después. «La sexualidad es una dimensión humana y el porno anula aspectos centrales como la construcción del vínculo, el respeto, la igualdad, el placer y el bienestar compartido. Si un adolescente no tiene eso trabajado difícilmente será capaz de que cuando le llegue el porno entienda que lo que está viendo no es real».
Ese comportamiento se puede trasladar a una mayor violencia sexual contra la mujer, la figura «pasiva» de la pornografía. Son hechos constatados por la ciencia. «No es ficticio lo que pasa, detrás de las escenas hay una persona y eso a nivel educativo no podemos permitir que lo vean. Lo normalizan y legitiman la violencia contra las mujeres muy poquito a poco porque, además, coincide que en el imaginario colectivo social se atribuyen ciertos valores a las mujeres y otros a los hombres, por lo que no les parece raro y no lo cuestionan porque lo del alrededor se asemeja un poco a lo que ven. El problema está en no acompañarles en ese proceso».
¿Y dónde quedan las chicas en este problema? La profesora de la UPV/EHU responde que, a raíz de los cuestionarios que las adolescentes completan, la principal conclusión es que «visualizan el porno para saber lo que tienen que hacer para que el chico la desee; el deseo sexual no está en el centro y no lo consumen para la masturbación sino para conocer el deseo sexual de la otra persona». Son en porcentaje menos que los chicos, pero eso «no quiere decir que ellas no consuman porno. Muchas lo consultan porque no tienen una respuesta a sus preguntas».
Cuando sale a la palestra el tema del problema de la pornografía en los menores siempre se piden responsabilidades, acciones y conciencia a instituciones, sistema de educación y a familias mientras la industria del porno pasa de puntillas y no se siente apelado. ¿Tiene predisposición para ayudar el hecho que menores de edad no accedan a su contenido? «No lo tengo claro», responde Dosil, una respuesta obvia teniendo en cuenta que es la misma industria la que utiliza en ocasiones a menores para protagonizar sus contenidos.
La pornografía encuentra su camino para llegar a los usuarios y «por eso es importante la verificación de la edad, pero no solo eso: también se deben controlar los algoritmos para que el contenido no llegue a nuestros menores», aportando un importante matiz: «No hace falta que el porno se consuma a través de plataformas web. También les llega por stickers o vídeos en grupos de WhatsApp o por videojuegos. Hay muchas vías», y la profesora María Dosil aboga por que las familias «apuesten por la comunicación».
Explica que «las familias se deberían dar cuenta de que esto ha llegado y que una vez damos -a los hijos- el móvil no podemos controlar ciertas cuestiones». Entiende que este aparato «aporta muchas cosas facilitadoras, pero también hay que hablar de la otra parte, solo decimos lo bueno y está probado el impacto a nivel psicosocial, de desigualdad y de violencia sexual que tiene este contenido. Les damos una bomba. ¿Darías a tu hijo droga? Pues tampoco un dispositivo sin haberle explicado las consecuencias que tiene o lo que se mueve dentro de la red». Para ella, la clave es «la comunicación previa».
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