«Madrugó porque dijo que iba de viaje»
Vida normal. Pedro María Ruiz Jímenez pasó sus últimas horas en libertad en San Sebastián sin mostrar ninguna inquietud. Fue de pintxos, preguntó por una lavandería, durmió en una pensión en Amara y su recorrido acabó en una peluquería de Gros
Las últimas horas de Pedro María Ruiz Jiménez antes de su detención en el barrio de Gros fueron ajetreadas y poco discretas. Tras matar ... presuntamente el miércoles a su cuñada en Murchante, y pasar por Legazpi, donde abandonó su vehículo habitual, sus 24 horas finales en libertad las pasó en Donostia. Haciendo vida normal.
El mismo día del crimen a las siete de la tarde el detenido se pasó por el bar Bergara de Gros para tomarse un pintxo de tortilla y un whisky. «Preguntó por una lavandería, voceaba», relata Monti, gerente del bar que le atendió en ese momento. Poco sospechaba que le volverían a ver al día siguiente. «Es el tipo de cliente que solo quieres que no te la líe, pagó y se marchó».
Entrada la noche, a las 23.00 horas Pedro María Ruiz Jiménez llamaba al timbre de la Pensión Anoeta en el barrio de Amara. Bernard Fernández, gerente del establecimiento, le abrió la puerta y «me pidió una habitación para una noche, venía solo con una bolsa de plástico transparente y me comentó que se le había estropeado el coche y que al día siguiente madrugaría y se iría pronto porque tenía que ir de viaje».
Como a cualquier cliente, le pidió el DNI para registrar sus datos que «me dio sin problema», contó Fernández. «Pagó en metálico en ese mismo momento», relató. «Se metió en la única de las ocho habitaciones que me quedaba libre y a los 20 minutos salió para preguntarme dónde poder cenar algo». Como era algo tarde, el gerente de la pensión le indicó un par de bares de la zona «aunque le recordé que iban a cerrar pronto por el tema de la pandemia». Volvió hora y media más tarde, entró a su habitación y «hasta el día siguiente que salió temprano, hacia las 8.00 horas». Bernard Fernández no imaginó en ningún momento que se trataba de una de las personas más buscadas por la policía en ese momento. «Como cada día envié el listado de clientes a la Ertzain-tza y enseguida vinieron, pero ya no estaba».
Lo primero que hizo el arrestado fue ir a desayunar al bar Patxi, cerca de la pensión. En este establecimiento ayer solo confirmaron que había estado a las 8.30 horas, «y tomó algo que se puede llamar desayuno». Sospecharon de la persona que tenían sentada en la barra. «Se parecía a las fotos del periódico pero sus ojos no eran tan caídos. Al marcharse llamamos a la policía, que vino rápidamente», relataban.
Su siguiente paso fue en el concesionario Seat Lugaritz en Errotaburu donde robó un coche camuflado de la Ertzaintza. Los responsables del local no querían ofrecer ninguna información al respecto. Pusieron la denuncia y «todos los datos están ahí». Cómo llegó de Amara hasta esta zona donostiarra de momento se desconoce aunque algunas voces apuntaban a que lo podría haber hecho en taxi.
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El siguiente momento donde hay constancia de su presencia el jueves por la tarde vuelve a ser el bar Bergara de Gros. A las 18.30 horas, cruzó la puerta del establecimiento y pidió el mismo menú que el día anterior: pintxo de tortilla y whisky. Patxi Castiello fue quien le atendió y «enseguida me di cuenta de quién era», afirmó. «Cogí EL DIARIO VASCO y con discreción le enseñé la foto de la portada a mi compañero en la cocina para que me reconfirmara de lo que ya estaba seguro». Tras pagar y tomarse su consumición el fugitivo se fue. «Vimos una patrulla de la Ertzain-tza y les contamos que había estado en nuestro bar, nos dijeron que tenían varios avisos de su presencia en el barrio», narró.
Peluquería cerrada
Pedro María Ruiz Jiménez se dirigió a la peluquería Txukun-Txukun de la calle Pasaia a las 19.00 horas. El dueño de la peluquería ayer no quería hacer ningún tipo de comentario, decidió cerrar el local donde se produjo la detención y estuvo trabajando en otro espacio de peluquería dirigida al público masculino que tiene en la misma calle Pasaia.
A la hora de la detención, Jonatan Sánchez salía de su casa para ir a correr. «Un agente me indicó que no podía salir del edificio y me quedé impresionado de ver a la policía con esas armas tan grandes. Hasta una hora después no pude salir de mi portal y estaban llevándose el coche en una grúa», contó.
El tema de conversación entre los vecinos de esa vía donostiarra fue durante toda la jornada de ayer la detención del sospechoso. En la cafetería Salvador, Marisa relataba a sus compañeras de café matutino cómo había presenciado todo desde su balcón. «Me avisó mi marido que había mucho movimiento, y él en cuanto le vio le reconoció enseguida con esa coleta larga», contaba. «Estaba toda la calle cortada con muchos policías, la escena impresionaba, solo le oímos gritar al detenido cuando le metían en el coche», relataba ante sus amigas, que escuchaban atentas.
Amaia Callejo estaba cerrando su peluquería cuando «vi que entraba una patrulla en dirección contraria, subí a ver qué ocurría y lo presencié todo. No me podía imaginar que era el chico que había matado de esa manera a su cuñada en Navarra».
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