Mugarris, hasta dónde pisar
Mojones de piedra. Eran la forma en la que hace siglos se delimitaban las fronteras municipales, hoy en día más vivos que nunca. Con los confinamientos perimetrales entre municipios y territorios a causa del Covid, reviven su función original
Muchos se encuentran semienterrados, escondidos entre zarzales e incluso algunos no aparecen ni en los mapas porque los dieron por desaparecidos. Los mojones de piedra ... o mugarris eran la forma en la que hace siglos delimitaban las fronteras de los pueblos; recuerdos del pasado olvidados quizá por el discurrir del tiempo, pero también una prueba viva de la importancia que tuvieron antaño.
Las mugas han vuelto a estar en boca de todos por el confinamiento perimetral entre municipios y provincias a causa del Covid-19. Cuenta el etnógrafo y experto en mugarris, Joseba Alonso, que por aquel entonces, «la importancia de los mojones era delimitar hasta dónde podías plantar y hasta dónde no, hasta dónde subía el ganado… y eso generaba conflictos. Porque antes, los montes eran verdaderas fábricas, se sacaba carbón, mineral y de todo».
Con la llegada del GPS y la cartografía digital, la relevancia de estas piedras es, ochos siglos después, «la misma», reivindica Alonso. «¿Qué les ha pasado en el vertedero? Ocurrió cerca de la muga, pero estaban en Zaldibar. También hubo un gran problema con toda la tierra que se sacó del tren de alta velocidad. No somos conscientes de su importancia, como si fueran solo trozos de piedra. Pero cuando afecta a zonas urbanizables… Tengo muchas anécdotas con alcaldes. Les suelo decir 'cómo puedes legislar si no sabes hasta dónde llega tu jurisdicción». Para este experto, que lleva más de 20 años investigando las mugas municipales en Euskadi, significan uno de los elementos más relevantes de la memoria, la historia, de todo pueblo y por ello considera vital su difusión como base para conservarlos y protegerlos.
«Antes, los montes eran verdaderas fábricas, se sacaba carbón, mineral y de todo, y esto ha generado conflictos»
Empezó a analizar los mugarris desde el año 1200, cuando se empezaron a configurar las 25 «villas privilegiadas» de Gipuzkoa. «La primera que se formó fue la de Donostia en 1198, y luego Hondarribia, Getaria, Mutriku, Hernani… Hoy, más o menos se mantienen las mugas. Todo el mundo quiere buscar mugarris muy viejos, del siglo I o II, pero es imposible porque no hay documentos. Los primeros que hay en Gipuzkoa son de 1025». La búsqueda se inicia en los archivos, sobre el papel. «Nosotros solo trabajamos con documentos y esto es clave. Los transcribimos, interpretamos» y se recopila toda información siguiendo los datos del acta e «indicaciones de la gente del pueblo».
Después toca descubrir a pie de monte. Esa búsqueda les ha llevado recientemente a las mugas de Roncesvalles entre Zizurkil y Usurbil, donde están los mugarris más antiguos conocidos de Gipuzkoa. «Hemos realizado un trabajo entre ambos municipios. En Zizurkil, conservaban parte de un pergamino y viajamos a Roncesvalles, al archivo, donde se guarda el otro trozo. Estas piedras son las más antiguas porque nos hemos dado cuenta de que el báculo que aparece marcado está hacia la derecha, cuando en las posteriores están hacia la izquierda, así que las situamos muy cerca de 1389. Se conocían varias piedras y hace un año localizamos otra, en total son seis», explica Alonso, que colabora con el grupo de Etnología de Aranzadi y con la Diputación de Gipuzkoa en la digitalización de los límites municipales.
La piedra que separa a Asteasu, Villabona, Anoeta y Zizurkil -«no hay muchas que dividan a cuatro pueblos»- es otro hallazgo reciente en el que ha participado. «Estaba enterrada. Convencimos al Ayuntamiento de Zizurkil para que la levantara, hablamos con la Diputación y el resto de ayuntamientos y la sacamos del agujero. La medimos, la georeferenciamos y al limpiarla nos apareció una fecha: 1871», cuenta satisfecho.
«Los mojones delimitaban hasta dónde podías plantar, hasta dónde subía el ganado…»
Riñas
Antiguamente, las riñas más habituales se producían por mojones llevados a otros lugares para apropiarse de terrenos ajenos y los traslados o desapariciones fueron el pan de cada día. «En 1615, Ordizia no quería reconocer la muga de Beasain, por ejemplo. También hubo un pleito increíble con la piedra de Ibingo Langa, la muga entre Villabona, Tolosa y Berastegi. Se rompe, se tira, se vuelve a poner… Fue una zona de conflictos la de Belabieta, había intereses en que esa muga se rompiera, porque es una zona muy rica de bosques para el carboneo y la pelea era constante», detalla. Para acceder a ella, la ruta más sencilla es «por Ibarra, pero también se puede subir por Berrobi».
Las piedras más antiguas que se conozcan son las de Roncesvalles, hacia 1389
Entre Beasain e Itsasondo, es la propia vegetación la que indica su línea divisoria. Tras dejar un camino rural que desemboca en una pista de cemento construida para ir de la Venta de Santa Ageda, en Beizama, a la granja de ciervos de Pagorriaga, en un alto se alza el mojón de Domiko. En él convergen los términos de Beasain, Itsasondo, Bidegoian y Beizama. En su pie, tantas piedras rectangulares como lindes concurren. Tiene labrada una cruz en cada una de sus cuatro caras y en la superior. «Es uno de los mugarris que más me ha impresionado, por el tamaño y la época (1586)», dice Alonso, que trae a la memoria que también se enzarzaron en disputas siglos atrás por esta muga. «Se jugaban mucho, el amojonamiento no era ningún juego», añade.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.