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Hace tiempo descubrí que casi todas mis ideas sobre los gladiadores romanos eran falsas, incluida la frase 'Ave, Caesar, morituri te salutant' ('Salve, César, los ... que van a morir te saludan'), que me despistó totalmente. «Los que van a morir». Los gladiadores irremediablemente morían. Parece ser que la verdad es más compleja: los gladiadores luchaban en espectáculos donde morir era poco probable. Hay una palabra clave: espectáculo. Había luchas y en algunas ocasiones había muerte, pero esencialmente era un espectáculo, sin muchas posibilidades de morir. De haber sido combates a muerte, no habrían existido voluntarios.
Otro mito que me desconcertó fue el famoso gesto del pulgar. Aunque creía que el pulgar hacia arriba permitía vivir al gladiador y hacia abajo lo condenaba, resulta que era al revés. En una época sin antibióticos una herida grave significaba sufrimiento extremo, y el pulgar abajo era una orden más humana: acortar el dolor del moribundo. No lo bajaba el emperador, sino el jefe del espectáculo.
También dudé de las luchas entre gladiadores y leones, hasta que la Universidad de York ha publicado recientemente en 'Journal of Science and Medical Research PLoS One' la primera evidencia arqueológica: un esqueleto, de una persona con una gran fuerza física, con marcas de mordeduras hallado en el cementerio romano de Driffield Terrace, en la misma ciudad de York. Mordeduras de leones.
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