«Una mujer a la que amamos en silencio»
San Sebastián ·
Ustedes creen que nuestra ciudad es «esa mujer a la que respetamos y amamos, con la que uno se siente seguro». Pues lo escribieron hace ... sesenta años sobre San Sebastián.
Siempre nos ha gustado leer artículos elogiosos hacia nuestra ciudad. El 2 de julio de 1965, DV reprodujo uno que había escrito días atrás Pedro Pascual en el diario madrileño 'Arriba', «junto a una serie de fotografías de las obras que se están realizando en nuestra ciudad para reparar los daños causados por los temporales de enero último». Empezaba Pascual elucubrando sobre el género de nuestra capital, porque las ciudades tienen género. ¿O no?
«San Sebastián tiene nombre de hombre, pero todos hablamos de la ciudad con la misma callada emoción con que se hace de una mujer a la que amamos en silencio, de la que somos amigos íntimos».
El dato
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1965 Lo escribió Pedro Pascual en 'Arriba': «San Sebastián tiene nombre de hombre, pero todos hablamos de la ciudad con la misma callada emoción con que se hace de una mujer a la que amamos en silencio, de la que somos amigos íntimos»
Luego se liaba un tanto con la bahía de La Concha y la concha jacobea... «Decir La Concha es mentar a San Sebastián. Es un apelativo íntimo, que nadie dice en alta voz, pero que todos sobreentienden. San Sebastián es una ciudad peregrina, camina en el recuerdo de quien por allí ha pisado, siquiera una vez. San Sebastián agrupa sus calles como las estrías de una vieira jacobea, las enfila hacia el mar, que es el nacer; las dispone ordenadamente alrededor de La Concha».
El autor evocaba el mar Cantábrico enfurecido de temporales como el que había ocurrido a principios de 1965...
«La primera vez que vi la mar fue en San Sebastián. El Cantábrico estaba revuelto. Lo primero que se contempla es lo que vale, y desde entonces cuando veo aguas tranquilas, aunque sean de un océano, me parecen un lago para cisnes. Al mar lo quiero fervoroso y enfebrecido. Pero en esta ocasión creo que se pasó. Se portó como un chiquillo díscolo y cargante. San Sebastián no se enfadó. Dejó que se fuese el eterno vecino y pronto comenzó a reponer los bancos bajo los tamarindos, donde toda palabra de amor se ha pronunciado (...)».
«Amabilidades y folletos»
Para Pedro Pascual, «San Sebastián es también una azafata discreta, una señorita que reparte amabilidades y folletos, que le hace imaginarse un poco al visitante cómo será el resto del país».
«Los obreros trabajan en el paseo de La Concha, lavando el enlosado, poniendo los bancos para que las parejas y los turistas cansados tengan otra vez puntual sombra para posar los ojos en la mar».
Concluía aquel artículo en 'Arriba' de julio de 1965... «La travesura del Cantábrico no tuvo la menor gracia. San Sebastián no le riñó. Hizo algo mejor: dejar, como siempre, la puerta abierta de la casa y ante las aguas ya calmas poner en orden el hogar. Es una magnífica lección. Es un modo de ser. De otra forma, San Sebastián no sería esa mujer a la que respetamos y amamos, con la que uno se siente seguro».
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