Bailes, paseos y guateques
Año 1960 ·
Con el permiso de la autoridad militar y con la excusa de ir a recoger agua a la fuente, paseaban ellas por el hoy Paseo ... de los Curas, en Urgull, hasta llegar a la batería a la que dieron nombre: la batería de las damas. Allí descansaban también los soldados de guarnición y, cuentan los cronicones, que junto a aquellas aguas nacieron romances cuyos frutos todavía son recordados por algunos tataranietos, vecinos de la Parte Vieja.
Venido a menos el interés defensivo de las murallas, a su vera se permitió construir un frontón, escenario ideal para encuentros de la juventud del momento, que hasta entonces solo tenía espacio en la calle del Sol, en la calle San Juan, junto a la fuente de la brecha.
Derribado el pétreo cinturón, surgieron espacios como los jardines de Oquendo, donde, en el kiosco de la música, frente al Hotel Ezcurra y el Palacio Indo, actualmente delegación de Hacienda, se ofrecían conciertos y bailables. Cuéntase que los forasteros venidos de Madrid preferían pasear por San Francisco, actual Duque de Mandas, donde se practicaba la tauromaquia, el fútbol y la pelota vasca. Cronistas dejaron escrito cómo dichos madrileños popularizaron el nombre de Atocha, recordando al paseo que habían dejado en su capital.
Sin necesidad de ser marcadas, en los paseos todos conocían cuales eran las zonas 'del real' y de 'los dos reales'
La 'gente bien', encontrándose en su propia salsa, prefería pasear por el melancólico paseo de Ategorrieta, entre palacetes y villas, como lo hacía, la gente con posibles, acudiendo a los bailes del Gran Casino y los 'casanovas' a los distintos 'cabaretes'. Había animación en los bailes de los Campos Elíseos de Martutene, y en los de la 'Consti'.
La Alameda era el paseo por excelencia, haciendo necesario trasladar a este lugar el kiosco que había en Oquendo. Ellos y ellas lucían sus galas sin que las 'carabinas', disimulando escuchar el concierto, estuvieran atentas a los quehaceres de aquella juventud capaz hasta de cruzarse miradas y decirse galanterías piropeantes. Se dividía la Alameda en dos paseos el 'del real' y el de 'los dos reales': uno popular y otro para 'la clase bien'.
En los bailes destacaba el bastonero que, con una varita, tocaba la espalda de quienes bailaban muy agarrados
Esta costumbre se trasladó a La Concha con el paseo de los dos reales, junto a las villas, el del real entre los tamarinos intermedios y 'el de todos' por la barandilla. Ya en la Avenida, años sesenta, los 'pijos y pijas' paseaban por el lado de los dos reales, (números pares), y por los impares los demás. Se acabó con la 'tradición' cuando se puso de moda pasear por la calle San Jerónimo: su estrechez no permitía diferencias.
Salvo La Perla, con entrada muy popular, los bailes «eran para parejas». Estaba, entre otros, el Hotel Príncipe de Saboya, en el paseo Hériz, y, en Igeldo, abierto a todos, por poco dinero se tenía derecho a funicular, cine y baile. En ellos destacaba la figura del bastonero, personas que, con un fino bastoncito, tocaban la espalda de aquellos que, a su juicio, bailaban muy agarrados. También estaba la alternativa de los bailes de Errenteria, Hernani y Lasarte, cuyas plazas se llenaban cada domingo.
Comenzabalos guateques bailando el twist y terminaban, a media luz, con la intimidad del 'Only you' de Los Platers
Y surgieron los guateques. Tenían lugar en la casa de uno de la cuadrilla que tuviera pickup, para empezar bailando el twist y terminar con la intimidad del 'Only you' de Los Platers. Otra posibilidad era alquilar bajos en bares y cafeterías. Los preámbulos eran laboriosos: había que recorrer ambos lados de la Avenida preguntando a una y a otra, conocidas y menos conocidas… ¿Vienes el domingo a un guateque? Los años 60/70 tuvieron éxito los Bailes de Juventud en los bajos del Ayuntamiento y Gran Kursaal. El boom fue Euromar, en Zarautz… Los paseos se mantienen y el bailoteo cambió con la llegada de las discotecas, pero esa es otra historia.
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