1950 | El examen de reválida, «potro de tormento»
Los estudiantes guipuzcoanos tenían que revalidar el Bachillerato ante el «terribilísimo» tribunal de Valladolid
El examen de Estado es un potro en el que se atormentan los que aspiran al espaldarazo del grado», afirmó con rotundidad Alfredo R. Antigüedad ... al referirse a los exámenes de reválida de Bachillerato, que los estudiantes guipuzcoanos debían superar en la Universidad de Valladolid, dado que aquí no teníamos estudios universitarios.
La reválida era una prueba dura que asustaba a los estudiantes y sus familias. Así lo recogía aquel artículo publicado el 30 de septiembre de 1950, que comenzaba así...
«¡Mala época para los estudiantes! No nos referimos a los que dentro de unos días van a comenzar el curso», sino a quienes tenían que hacer la reválida de Bachillerato. «El examen de Estado es un potro en el que se atormentan los que aspiran al espaldarazo del grado. Dura de por sí la prueba, alcanza categoría de terrorífica ante el rigor con que los profesores escrutan en la memoria y en la inteligencia de los muchachos».
Antigüedad dibujaba la visita a Valladolid como una película de terror... «Valladolid –es la Universidad a la que van mayor número de escolares guipuzcoanos– es la representación y la síntesis del miedo. Aquellos catedráticos –doctos profesores y excelentes caballeros– se aparecen a los muchachos como unos enemigos sanguinarios que acechan cualquier lapsus en sus respuestas para negarles el aprobado».
Acudían al examen «impresionados y temerosos», con lo que se desconcentraban y contestaban mal
¿Serían tan terribles, tan terroríficos? Comentaban que otras universidades, como la de Zaragoza y la de Oviedo, tenían fama de menos duras frente al «terribilísimo» tribunal de Valladolid.
El miedo con el que, al parecer, acudían los estudiantes, jugaba en su contra... «La injusticia está en que buen número de bachilleres que se examinan, lo hacen impresionados y temerosos. Ello hace que se desconcentren y respondan mal o no respondan, a pesar de saber perfectamente la asignatura».
«Un redundancia»
El autor tenía claro que «se exige demasiado a los muchachos para obtener el título de bachiller. Es un plan de estudios muy recargado, al que se agrupa esta prueba final en dos exámenes, escrito y oral, en alguno de los cuales naufragan multitud de muchachos».
Antigüedad proponía hace 75 años suprimir la reválida. Apuntaba argumentos «de orden moral»: los estudiantes ya habían aprobado todos los cursos de Bachillerato y el examen suponía «una redundancia» y «una desconfianza para la calificación que los chicos merecieron de sus profesores».
Otros motivos eran de índole económica: «Tener que ir a Valladolid, o a Zaragoza, o a Madrid, significa un gasto de verdadera importancia dados los precios del ferrocarril. Luego viene el importe del hospedaje en dichas poblaciones». Y todo se duplicaba si algún adulto acompañaba al atribulado estudiante.
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