1945 | «El hombre más fuerte del mundo», en Gros
No sabemos demasiado acerca de Joe Carson, un hombre tal vez estadounidense, de Arizona, puede que con ascendencia polaca, que recorrió el planeta entre multitudes ... en los años 40 y 50 presentándose como «el hombre más fuerte del mundo».
Fuerte, desde luego, era, pero también tenía la habilidad para presentar números de apariencia impactante en los que su poder parecía aún mayor. Conocía los trucos para romper grandes libros o barajas de naipes. Sabía de las reglas de la física para tensar rítmicamente un cable que sostenía con su mandíbula y lograr que el tranvía o autobús que estaba al otro extremo acabara moviéndose. En San Sebastián lo hizo las dos o tres veces que creemos que nos visitó, entre 1945 y 1946.
Joe Carson actuó el domingo 3 de diciembre de 1945 en un abarrotado frontón Gros, donde «no defraudó al espectador». Así lo indicaban en la crónica publicada al día siguiente en nuestro DV, en la que repasaban los números con que empezó el espectáculo...
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Popular en los años 40, Joe Carson, que se presentaba como «el hombre más fuerte del mundo», visitó más de una vez nuestra ciudad. Hace ochenta años, «colgando de sus dientes y sujetando a dos hombres, el artista se deslizó por un cable»
«Inició Carson su tarea con trabajos de fuerza y destreza. Doblando hierros, rompiendo cuatro pares de naipes, incrustando clavos a golpe de puño, seccionando veinticuatro lápices con sólo el impulso de su dedo meñique, con ejercicios de este género completó hasta dos horas y media de espectáculo variadísimo y entretenido».
Descansamos un momento para imaginar al forzudo dando puñetazos a clavos o rompiendo lápices con el meñique, antes de pasar a la descripción de las acciones más llamativas.
Yunques golpeados
«Para nosotros –escribía el cronista del diario–, dos números destacaron sobre todos. En uno de ellos, arriesgadísimo y vistoso, Joe Carson soportó sobre su cuerpo colocado en puente dos yunques de considerable peso, sin otro punto de apoyo que una tabla situada a lo largo de su cuerpo, reclinada la cabeza sobre un taburete y sirviendo de pilares las dos piernas».
Entendemos que la tabla repartía el peso indefinido de los yunques. Ahí llegaba un detalle local...
«Cinco obreros especializados de la casa Luzuriaga, con imponentes mazas de acero, golpearon sobre los yunques durante varios minutos hasta que el público requirió al atleta que suspendiera su terrible número».
La situación resultaría emocionante. Otro número de impacto fue el denominado 'deslizamiento de la muerte', que explicaban así: «Colgando de sus dientes y sujetando a dos hombres, el artista se deslizó por un cable en medio de grandes aplausos del público, que lo recogió llevándole en hombros hasta el tablado donde realizó sus experimentos».
La ingenuidad de la época, el diseño de los números y la fuerza en músculos y mandíbula del hábil protagonista lograron que muchos donostiarras abriesen la boca ante «el hombre más fuerte del mundo».
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