«La mayoría cumple, pero también hay picaresca»
DV acompaña a dos patrullas de la Ertzaintza en su labor de vigilancia de las medidas anticoronavirus
La secuencia se repite una, dos, y hasta diez veces en un único largo por el Boulevard donostiarra. Los agentes «hacen la korrika», o lo ... que es lo mismo, caminan despacio, controlando, y van realizando un barrido visual de izquierda a derecha. Y a su paso, hay miradas de reojo y gestos disimulados de algunos viandantes para colocarse adecuadamente la mascarilla y cubrirse la nariz. La pandemia, con sus efectos y consecuencias, ha influido directamente en otro sector, el de la seguridad ciudadana, al que ha obligado también a adaptar su forma de trabajar y ha sumado el control de las medidas anticovid a su lista de tareas habitual. DV acompaña a dos patrullas de la Ertzaintza para conocer cómo han vivido la crisis sanitaria y cómo se desarrolla su trabajo en estos tiempos.
Por de pronto, hace meses que se despidieron de ir cambiando de compañero, para reducir al máximo el contacto entre los agentes, y los EPIs se han convertido en otro elemento imprescindible del maletero de todo coche patrulla, aunque de momento, y por suerte, dicen, «nos los hemos tenido que poner en muy pocas ocasiones».
Dejan los vehículos junto al Ayuntamiento y enfilan el Boulevard. La tarde parece tranquila: un grupo de adolescentes comen un helado sin guardar la distancia, dos personas mayores hablando con la mascarilla bajada... Los agentes se acercan, les explican la normativa y el incumplimiento queda resuelto. Pero a lo lejos aparece la excepción que confirma la regla, un hombre con su bebé en brazos y sin mascarilla. Los ertzainas le invitan a ponerse el protector respiratorio que le proporcionan, pero se niega reiteradamente, argumenta con tono vehemente que no se va a poner «la marca del diablo» y acusa a los agentes de ser «colaboracionistas de la dictadura». Los policías le informan de que van a tramitar una propuesta para sanción, que posteriormente será ratificada por Osakidetza, pero el individuo responde que la recurrirá, como ya ha hecho con anteriores amonestaciones.
Coinciden en que, por lo general, la ciudadanía «cumple» y que las incidencias son puntuales
civismo
Encontrar ciudadanos con esta actitud «no es lo habitual», coinciden Zigor, Yasmin, Asier y Eider, pero estos episodios, aunque esporádicos, también han pasado a formar parte de ese reguero de vivencias surrealistas que está dejando 2020 a su paso.
La comisaría de San Sebastián asigna una serie de tareas a cada equipo, como el control domiciliario tres veces al día y de manera aleatoria de los pacientes con positivo en covid que les indique Osakidetza o patrullar por las 'zonas calientes' de la capital guipuzcoana, que habitualmente coinciden con aquellas que tienen una mayor concentración de establecimientos, como la avenida de Barcelona, la plaza Sagastieder, Altza, Gros o la Parte Vieja, entre otros. «Estas tareas se van intercalando con los imprevistos que surgen en el día», comenta el jefe de operaciones.
Tras siete meses de pandemia, los constantes cambios en las normativas y las interpretaciones que a cada cual le interesaba hacer de las mismas no se lo han puesto fácil a quienes se encargan de hacer cumplir la ley. «Ha habido meses de gran confusión y la gente preguntaba mucho, sobre todo por temas de movilidad entre provincias, o si estaban permitidas las mudanzas, si podían ir a la huerta... También había mucha picaresca, como el que te decía que estaba haciendo algo prohibido porque otro compañero nuestro así se lo había dicho».
«La actitud de la persona»
Pero por lo general, aseguran que en el territorio la ciudadanía cumple. «Se llama más la atención por no usar bien la mascarilla, que por la distancia de seguridad y, por lo general, los bares están siendo muy rigurosos», indica Zigor. «Somos conscientes de que descuidos puede haber», reconoce Asier, y por ese motivo, «las multas van más en función de la actitud que tenga la persona», señala Yasmin.
En Gipuzkoa, desde el pasado 18 de junio hasta el 15 de octubre, se han notificado 4.000 denuncias por infracciones relacionadas con incumplimientos de las medidas frente a la pandemia. Esto significa que Ertzaintza y Policías locales ponen más de 30 amonestaciones al día, la gran mayoría por no llevar mascarilla. La segunda causa de incumplimiento, aunque menos numerosa, es la de hacer botellón. En Gipuzkoa, en estos meses, se han notificado 597 infracciones por este motivo. Sin embargo, los agentes aseguran que en Donostia, «para nada tenemos sensación de desmadre, se les explica la normativa y los jóvenes, por lo general, se muestran receptivos».
El dato
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4.027 propuestas de sanción ha tramitado la Ertzaintza y las policías locales desde el pasado 18 de junio hasta el 15 de octubre. Estas denuncias deben ser ahora tramitadas por Salud. La gran mayoría son por no llevar mascarilla y la segunda causa es el botellón.
En hostelería, 26 denuncias son por incumplir aforos, 76 casos por no respetar la distancia de seguridad de 1,5 metros entre clientes dentro de los locales o en las terrazas. En la calle, también se han interpuesto un centenar de quejas por fumar en espacio público sin respetar la distancia de seguridad.
La policía autonómica asume que garantizar un cumplimiento absoluto de todas las normas roza la utopía, «porque si se quieren esconder para hacer botellón se van a esconder», pero en general, y en referencia también al horario de cierre de bares, aforos y demás medidas anticovid, señalan que «la ciudadanía está muy concienciada y en cuanto ven situaciones inadecuadas, nos llaman».
Los agentes recuerdan «al que paseaba horas con el mismo pan» o el que «al vernos se ponía a correr»
anécdotas del confinamiento
Ahora bien, entre los avisos que reciben de los 'policías de balcón' y los que se encuentran a pie de calle, han escuchado excusas como para escribir un libro, sobre todo, durante el estado de alarma: perros que apenas pisaban su casa, parejas que se veían en la clandestinidad, el que «paseaba durante horas con la misma barra de pan», el que «cada vez que nos veía se ponía a correr», aquel que «iba andando del Antiguo a Martutene para ir a trabajar» o el que «tardaba hora y media en ir en bici desde su puesto de trabajo a casa».
El anecdotario de la pandemia da para mucho, pero también es reflejo del drama que muchas familias han vivido sin el apoyo de los suyos. «Nos encontramos a una mujer, que nos dijo que era el aniversario de la muerte su hijo y que necesitaba salir a airearse. Le invitas a regresar a su casa y poco más. En esos casos qué vas hacer...», lamenta Yasmin.
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