La mascarilla en la calle no convence a todos

El pasado 24 de diciembre, día de Nochebuena y en vísperas de las fiestas navideñas, el Gobierno de Pedro Sánchez volvía a hacer obligatorio el uso de las mascarillas en el exterior aún y pudiendo guardarse el metro y medio de seguridad como medida para hacer frente a la sexta ola de la pandemia azotada por la variante ómicron.

La nueva medida volvió a dividir a la ciudadanía, entre aquellos que alegaban que la norma suponía dar un paso atrás frente al coronavirus y los que admitían no habérsela quitado sin ser imperativo su utilización. Sea por comodidad, hartazgo o por una simple pérdida del miedo, casi una de cada cuatro personas no hacía uso del cubrebocas en el experimento realizado por este periódico por las calles de San Sebastián.

La Avenida de Navarra del barrio donostiarra de Gros es una de las calles más transitadas de la capital guipuzcoana en una mañana soleada como las de estas pasadas fechas. El trasiego de gente es constante entre los que se dirigen hacia la playa de la Zurriola y los que vuelven de ella hacia la zona de Ategorrieta. En una sola hora, un total de 311 personas transitaron el lugar entre las 11 y las 12 del mediodía, de las cuales el 25% no hacía uso de la mascarilla al aire libre. Casi un centenar, 80 para ser más exactos, caminaban sin el elemento de protección, entre los que destacaba un operario de limpieza o una mujer de mediana edad que arrastraba tras de si un carrito de la compra. También una decena de 'runners', exentos de utilizarlo al estar practicando deporte.

Reseñable, asimismo, la treintena de personas que andaba haciendo un uso peculiar del cubrebocas. Los había de todos los tipos: con la nariz fuera, colgando de una oreja o por debajo de la barbilla. Por contra, seis de cada diez lo portaba correctamente, la mayoría de ellas personas de avanzada edad, solas, en pareja o en grupos de hasta cuatro o cinco, pero también amas de casa y, en menor medida, jóvenes.

La situación era semejante una hora más tarde en el paseo Ramón María Lili en una jornada, aunque fría, que invitaba a dar una caminata. Bajo el radiante sol que imperaba en el cielo de Donostia, la señora que iba fumando llevaba la mascarilla en la mano, al igual que el señor de detrás, hablando por el teléfono móvil. Tampoco hacían uso del protector la mayoría de los ciudadanos que se desplazaban en bicicleta por el bidegorri, ni los que lo hacían sobre un patinete eléctrico. En total, 144 personas en una sola hora sin hacer uso del cubrebocas al aire libre.

Otro medio centenar, además, lo hacía a medias, muchos de ellos con la nariz al descubierto o tapándose únicamente el labio inferior. Algún otro tampoco dudaba en pasear con la protección arriba y abajo cada vez que se cruzaba con otro transeúnte. En cambio, el 70% de los donostiarras paseaban con la mascarilla junto al río Urumea, muchos en parejas o en pequeños grupos, aunque también en solitario.