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«Vaya manera de empezar mis vacaciones». Así resume Aitor, nombre ficticio, el retorno de un viaje de trabajo que padeció a comienzos de mes. ... Junto a un compañero de trabajo, ambos empleados de una compañía irundarra del sector del transporte, se disponían a embarcar en la localidad rumana de Cluj rumbo a Múnich para seguir después a Bilbao. Pero no pudieron hacerlo por exceso de carga en el avión. «Llevo quince años viajando y es la primera que me pasa», relata Aitor desde el otro lado del teléfono, apesadumbrado todavía por la peripecia y por la impotencia que sintieron ante la falta de explicaciones en el aeropuerto.
Así que un viaje en total de unas siete horas entre Rumanía y Bizkaia desembocó en una odisea de más de un día y medio, el tiempo que tardaron en pisar Euskadi y respirar aliviados. ¿Cómo lo hicieron? Con un cúmulo de sensaciones en el que se mezclan el asombro, la paciencia, la resignación y el enfado.
Todo comenzó el viernes 4 de agosto a las once de la mañana en el aeródromo de Cluj Napoca. Tras facturar el equipaje, los viajeros accedieron a la zona de embarque, que «se retrasó dos horas, con lo que tuvieron que dar por perdido su vuelo de enlace con Bilbao», según indica el despacho de abogados Erreklamatu, que defiende ahora los intereses de los dos guipuzcoanos frente a la compañía Lufthansa, uno de los gigantes de la aviación mundial. Cuando pudieron acceder al avión, «el personal del aeropuerto cargó la maletas en la bodega y la tripulación empezó a preparar el despegue».
Las mismas fuentes señalan que, media hora después, el comandante informó a los viajeros de que había un problema de peso en el avión y que estaban recolocando las maletas para intentar equilibrar la carga. Seguidamente les notificaron que iban a extraer combustible para aligerar el peso, debido a que «no era seguro volar en esas condiciones».
591,11 euros extra gastaron los dos guipuzcoanos en volver a casa entre el coche de alquiler, las cenas, la gasolina y el hotel.
Finalmente, el comandante indicó a los viajeros que debían desembarcar y volver a la terminal hasta que las condiciones cambiaran o encontraran una solución. Así, «todas las maletas de la bodega fueron devueltas a sus propietarios». En total, una quincena de pasajeros no pudieron finalmente embarcar sin saber «cuáles eran los criterios de acceso» a la aeronave, entre ellos dos guipuzcoanos.
Aitor retoma la historia en ese punto. «Sólo había una persona joven que con malas formas iba dando algunas explicaciones, sobre todo a la gente local. Al final nos dijeron que miráramos en Google el teléfono de Lufthansa. Tal cual», remacha.
Para complicar las cosas, la compañía germana no podía ofrecerles otro vuelo a Alemania hasta el lunes o el martes. Además, la ciudad de Cluj estaba llena de visitantes por la celebración de un festival de música, por lo que todos los hoteles estaban al completo. Así que decidieron conducir hasta Timisoara, a más de tres horas de coche, para tomar un vuelo a Múnich. «Tuvimos mucha suerte porque cogimos el último vehículo libre en el aeropuerto de Cluj», recuerda.
Pero no se vayan, que aún hay más sorpresas. «Ya me resultaba raro que no me dejara hacer por el móvil el check-in de este vuelo. Cuando íbamos a facturar, nos dijeron que en realidad no teníamos billetes». En esta ocasión, se trataba de un caso de 'overbooking' –sobre reserva de billetes–. Ver para creer.
Air Dolomiti, compañía 'low cost' que forma parte de Lufthansa, les puso en una lista de espera de siete personas, aunque al final tuvieron 'suerte' y pudieron embarcar. «Yo creo que el resto se marcharon y por eso nos pudimos montar en el avión. 39 horas después del percance vivido en Cluj llegaban a Loiu. Cansados. Enfadados. Pero sanos y salvos.
Ahora están inmersos en otra pelea, más ardua, frente a Lufthansa para tratar de recuperar el dinero de más invertido en el regreso a casa. Según los cálculos de Aitor, entre el coche de alquiler, la gasolina, las noches de hotel, las cenas y el parking extra en Loiu tenemos gastos por valor de «591,11 euros entre los dos. Si a ello sumamos la indemnización de 400 euros por persona por el retraso de un vuelo, la factura total asciende a 1.391,11 euros».
Una vez en casa, y casi un mes después de haber sufrido este viaje, Aitor resume toda la experiencia en una sensación amarga: «Tienes que buscarte la vida porque ni te atienden bien ni te dan información. No hay derecho a cómo tratan las compañías a los pasajeros».
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