No somos nada
Yo reflexiono mucho, es la ocupación que mejor se me da. Me cojo unas latas de cerveza, me pongo al Iker Jiménez en la tele y me lanzo a tener ideas propias
Que la Tierra es plana es algo que está fuera de toda duda, no hay ni que demostrarlo. Sales a la calle, te fijas en ... las casas y enseguida ves que no están torcidas, porque si viviéramos sobre un balón, las de los lados estarían inclinadas. ¿O no? Y así con todo. Te dicen que eso que brilla ahí arriba se llama sol y te lo crees. Pues no, eso es una bombilla muy grande que ha puesto la NASA para hacernos creer que ahí fuera hay algo.
Nos engañan porque los poderosos quieren tenernos controlados; nos hacen ver lo que no existe para que no veamos lo que existe, pero conmigo no van a poder. Yo pienso mucho, no como los demás. A mí me gusta reflexionar, es lo que mejor se me da. Me siento en el sofá con una cerveza a mano, me pongo todas las temporadas del Iker Jiménez y así, tan ricamente, me puedo pasar horas concentrado en mi propia introspección.
A veces reflexiono tanto que hasta se me ocurren ideas. Sin ir más lejos, la última ha sido que, ya que los marcianos construyeron las pirámides, no estaría mal que les pidamos que nos enseñen cómo funciona el enlace de Marrutxipi. Falta hace, porque conozco a varios que entraron hace una semana y todavía andan dando vueltas por allí en busca de la salida. Ya le he mandado una carta a Goia con la propuesta, pero aún no me ha contestado, eso es que se la está pensando.
«Los poderosos nos hacen ver lo que no existe para que no veamos lo que existe»
«Aquí todos mienten, hasta los espejos, que son artefactos puestos por la NASA para engañarnos»
A mis ideas también las llamo pensamientos, como las flores, aunque tengo mis dudas, porque me da que las flores no existen, que son plásticos de grafeno puestos por la NASA en los tiestos para engañarnos. Y lo mismo ocurre con los microbios, que te dicen que existen pero nadie te los enseña. Pero vamos a ver, que ya no sé cómo decirlo, si no se ven, si ahí no hay nada, si es que son un invento para vender vacunas. Hay que pensar más, por dios.
Aquí todos mienten, hasta los espejos. Ayer se me ocurrió mirarme en uno después de 27 años sin hacerlo por si me descubría vampiro, y lo que vi fue la imagen de un desconocido. Era otra persona, lo juro. Tenía el pelo blanco, arrugas como ribazos en la cara y una cierta mirada de bovino. Aquella estampa de un perturbado no era ni reflejo ni nada, sino la prueba científica de que los espejos no existen, de que son artefactos puestos por la NASA para engañarnos.
Espantado por tamaño descubrimiento, me puse a reflexionar con frenesí sobre los espejismos de la realidad. Si mi supuesta imagen no es la mía sino la de otro señor bastante más viejo y feo, ¿dónde está mi reflejo? Y, sobre todo, ¿quién soy yo? Iba ya por el quinto capítulo de la cuarta temporada del Iker Jiménez cuando me vino a la mente el terrible pensamiento de que no soy nada, solo una simple proyección astral provocada por el glutamato monosódico que nos echan los aviones supersónicos. Yo no existo, soy un ente electromagnético puesto por la NASA para engañarme.
Y para que vean ustedes a qué velocidad funciona mi cerebro, no tardé ni dos latas de cerveza en pensar que si yo no soy cierto, tampoco es verdad lo que veo a mi alrededor. Ni coches ni gente ni perros ni geranios ni flores en las tumbas ni cementerios y, si me apuran, ni difuntos. Cero. Todos hologramas puestos por la NASA para engañarnos.
A la quinta lata me di cuenta de que si nada existe, tampoco la NASA, luego la NASA no ha podido poner nada para engañarnos, no sé si me explico. ¿Entonces, quién nos está engañando?, me pregunté a mí mismo o a lo que sea que soy, si es que soy algo. Recuerdo vagamente que tuve una idea. Y después me quedé dormido.
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