De los cinco sentidos, la vista es el que más asociamos a la verdad. Somos hijos de la televisión y hemos construido la realidad con ... imágenes. Sólo nos creemos aquello que vemos.
«En el futuro, todos serán mundialmente famosos por 15 minutos». En 1968, cuando Andy Warhol incluyó esta frase en el catálogo de una exposición, no imaginaba que ese futuro estaba tan próximo. En la última década, las redes sociales han permitido mostrar riqueza, estilo, éxito, belleza, juventud, habilidad física, perspicacia, excentricidad o espiritualidad a cualquier pobre diablo obsesionado con ser el centro de atención. Mientras los responsables públicos o los famosos han descubierto los sinsabores que acarrea la exposición pública, los mortales hemos sacrificado el anonimato a cambio de unos 'likes' que sostengan nuestro sentido de pertenencia.
En la era de internet parece evidente que todo se puede saber. Pero los poderosos cada vez son menos reconocibles. ¿Quién manda aquí? Sospecho que no los encontraremos en el Congreso, en los medios de comunicación, en las listas de los más ricos, en el Hola o en la cumbre de Davos. Los poderosos huyen del escrutinio público, viven detrás de los focos y pagan fortunas a sus gabinetes de relaciones públicas para que borren su rastro.
Tiempos extraños. Mientras los mortales nos esforzamos en mostrar nuestra mejor imagen los poderosos han descubierto que el mayor lujo es el anonimato. Que el auténtico superpoder es ser invisible.
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