Luis Liz Marzán, químico: «Las infecciones bacterianas van a ser un problema tan grande como el cáncer»
El investigador de Biomagune coordina un proyecto que ha recibido una ayuda europea de nueve millones de euros
Un proyecto coordinado por el investigador Ikerbasque de Biomagune y reconocido químico Luis Liz Marzán ha recibido uno de los prestigiosos Synergy Grants del Consejo ... Europeo de Investigación. La ayuda, de 9 millones de euros, de los que dos se quedarán en Euskadi, servirá para diseñar nanopartículas a la carta. Además de Biomagune, en el proyecto, denominado Chiral-PRO, participan las universidades de Vigo, Amberes y Michigan.
– ¿En qué consiste el proyecto?
– Deriva del tipo de investigación que llevamos haciendo muchos años, que consiste en implementar métodos químicos para la fabricación muy controlada de nanomateriales, de forma que podamos definir de manera muy precisa sus propiedades. Nos enfocamos sobre todo en nanopartículas de oro porque su interacción con la luz ofrece muchas posibilidades de aplicaciones. Hasta ahora habíamos aplicado esto fundamentalmente a hacer métodos de detección de marcadores biológicos relacionados con distintas enfermedades. En este caso queremos ir un paso más allá en la definición de la geometría de nanopartículas y esto se relaciona con una propiedad geométrica que se llama quiralidad.
– ¿Qué propiedad es?
– La quiralidad es lo que hace que nuestras manos, aunque sean imágenes especulares, no encajan si las ponemos una encima de otra porque no tienen esa simetría de reflejo especular. Esa es una propiedad que hay en muchas moléculas orgánicas y en casi todas las biomoléculas. Lo que queremos es ser capaces de replicar una estructura que vaya a poder hacer un apretón de manos con una biomolécula y reconocerla de forma selectiva y con uniones fuertes para poder buscar luego aplicaciones.
– ¿Por ejemplo?
– Cuando las bacterias hacen una infección forman lo que se llama el biofilm y para eso utilizan una especie de hélices que se generan a través de unas proteínas que hay en la superficie de las bacterias y que van creciendo hacia afuera por agregación de otras proteínas. Esas fibras se unen entre sí y forman ese biofilm que es muy difícil de tratar con antibióticos. Lo que vamos a hacer es diseñar las partículas para que reconozcan selectivamente esas fibras espirales y luego, por las propiedades de las nanopartículas de oro, iluminando con luz infrarroja, que calienta muy localmente sin dañar el tejido humano, destruir selectivamente los biofilms bacterianos.
– ¿Qué tipo de afecciones se podrían tratar?
– Estamos hablando de infecciones bacterianas. Es otra de las grandes pandemias que nos va a venir y que realmente ya tenemos. En pocos años va a ser un problema tan grande como el cáncer. Son, por ejemplo, infecciones de prostatitis o de Escherichia coli y por residuos de desechos de heces. Todo eso va a ir aumentando y además, con la cantidad de antibióticos que se están liberando al medio ambiente, las bacterias mutan mucho más rápido que las células humanas y se hacen resistentes a esos antibióticos.
– ¿Se están preparando para plantar batalla a estas infecciones?
– Sí. Hay que saber a qué bacterias nos enfrentamos y eso se puede llegar a detectar. Una vez que se unan las partículas a las proteínas podemos utilizar métodos espectroscópicos para detectar no solo el tipo de proteína sino también su estructura y cómo ha variado. Eso es muy importante en algunas enfermedades, por ejemplo en las neurodegenerativas. Las fibras que se forman en el cerebro y que acaban afectando su funcionamiento se producen también por agregación de unas proteínas que se llaman amiloides y que son muy parecidas a las de las bacterias, que se degradan por alguna razón y provocan esos agregados que luego son los que acaban causando la enfermedad. Detectar cómo cambia la estructura de las proteínas es muy importante.
«Me he encontrado con jóvenes investigadores que tienen episodios de ansiedad»
– A usted se le considera un pionero en la nanociencia. ¿Qué le atrae de ella?
– A mí me atrae la química que permite que mezclando disoluciones de una forma racional y pensada, llegues a obtener estas cosas. Que limites el crecimiento en disolución de cristales de oro, de forma que obtengan geometrías perfectamente definidas y prácticamente todas iguales entre sí, que luego eso te permita obtener propiedades que varían en función de la geometría y del tamaño que obtienes.
– ¿No ha tenido alguna vez la tentación de hacer mezclas a lo loco a ver qué pasa?
– Yo no, pero seguro que mis investigadores sí. Tenía uno buenísimo que decía, 'hoy voy a hacer un experimento con lejía', y se ponía a hacer mezclas. Muchas cosas han surgido así. Te encuentras con algo que crece y te planteas si lo puedes mejorar. Esto es lo que queremos cambiar. Con estos métodos de inteligencia artificial queremos definir qué partícula hay que hacer para una aplicación determinada y luego saber exactamente cómo fabricarla.
– El consejero de Ciencia, Universidades e Innovación del Gobierno Vasco, Juan Ignacio Pérez ha revelado recientemente que en algunos ámbitos científicos hasta el 50% de los investigadores tienen problemas de ansiedad o depresión. ¿Es para tanto?
– Sí lo es. Yo he dirigido muchas tesis doctorales y sobre todo desde la pandemia me he encontrado con unos cuantos casos de chavales jóvenes que tienen episodios de ansiedad e incluso que abandonan la tesis cuando ya la tienen casi terminada.
– ¿Y eso?
– Nosotros no estamos preparados para esto, nadie nos ha dado formación para la gestión de personas. En Biomagune se intenta compensar esto y se organizan cursos de formación con especialistas en gestión de personas. No sé si es suficiente. Yo intento empatizar lo más posible, pero también es verdad que en este trabajo hay que ser bastante exigente. Estar en grupos de alto nivel aumenta la presión, es algo que yo les digo el principio, que tienen que ser conscientes de que entran en un esquema de investigación muy exigente.
– El consejero también ha dicho que los investigadores sufren un exceso de presión porque al evaluar la producción científica se adoptan criterios de cantidad y no de calidad.
– Yo hablo mucho contra eso. Creo que es mejor publicar menos y publicar resultados que realmente marquen una diferencia. Yo intento siempre que antes de publicar estemos seguros de que hay novedad en el trabajo, de que la calidad es suficiente para demostrar lo que queremos demostrar y que es reproducible. Valoro más la calidad que la cantidad, pero es cierto que en criterios de evaluación en la mayoría de sitios se sigue mirando mucho la cantidad.
«Intentamos que nuestra experiencia sirva para orientar las decisiones políticas, pero nos hacen poco caso»
– En Italia le han nombrado miembro de la Accademia Nazionale dei Lincei.
– Por esa academia ha pasado Galileo y mucha otra gente que conocemos. Es una academia con cierto prestigio y además combina ciencias y humanidades, lo cual no es habitual.
– ¿Además de para nombrar nuevos académicos, las academias sirven para algo?
– Soy miembro de varias academias y tengo que reconocer que en algunas no hago nada de nada porque no tengo tiempo para tanto. Participo bastante en las reuniones de la Academia Nacional de Ciencias de España y ahí, aparte de decidir quién puede entrar en la academia, intentamos organizar bastantes eventos de divulgación científica. También intentamos redactar informes que luego se eleven a los ministerios. Y participamos en asociaciones de academias que redactan informes que luego van a la Comisión Europea. Intentamos que nuestra experiencia sirva para orientar las decisiones políticas.
– ¿Ya les hacen caso?
– No sé. Mi impresión es que poco. Se nos debería tener más en cuenta.
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