Unido a su amo
Un perro no quería separarse del cadáver de su dueño, un cazador pasaitarra
Nos fijamos hoy en una pequeña noticia de la que se habló mucho hace 74 años. Sus protagonistas, un cazador pasaitarra «muy conocido y estimado», que falleció por un ataque cerebral mientras cazaba, y un perro que, fiel a su instinto, no quiso separarse del cuerpo de su amo.
El tema apareció en EL DIARIO VASCO el 4 de noviembre de 1950, bajo la siguiente cabecera…
Pie de fotoCabecera de la información publicada el 4-XI-1950 en DV.
El reportero del diario Alfredo R. Antigüedad narraba el caso como un ejemplo de lealtad canina: «Hoy, un desgraciado accidente ocurrido a un vecino de Pasajes, cuando cazaba en término municipal de Lesaca, viene a mostrar esa fidelidad de un perro. El suceso ha causado verdadera conmoción entre cuantos lo han conocido».
Le ocurrió a Miguel Auge Arrillaga, 58 años, residente de Pasajes San Pedro y aficionado a la caza. El día de Todos los Santos decidió dedicarlo a la caza de la becada junto con un amigo suyo y dos perros, ambos de su propiedad. Uno le acompañó a él y otro a su compañero. Al terminar la jornada, éste no se reencontró con Miguel Auge y supuso que había vuelto a casa. Él también lo hizo por su cuenta, pero «al ver que su compañero no había regresado, volvió al lugar donde habían estado cazando, pero no halló rastro de él y tuvo que volver por haberse hecho ya de noche».
Los aullidos del can
Tras una noche de preocupación, «al día siguiente, y en vista de que no había aparecido el señor Auge, volvió su amigo a buscarle, acompañado de otras personas y llevando el perro. Recorrieron todos aquellos lugares, silbando constantemente, hasta que de pronto escucharon unos aullidos».
«Guiados por éstos, silbando corrieron hasta el lugar de donde partían, encontrándose con que el perro que ladraba era el otro del señor Auge, que había quedado cazando con él. El pobre animal parecía querer indicar algo yendo y viniendo siempre en la misma dirección. Así pudieron hallar, tendido en tierra y sin vida –como luego se comprobó– al cazador pasaitarra».
La muerte no había tenido nada que ver con la caza sino con un repentino ataque cerebral. Lo que más llamó la atención fue la actitud de ambos perros, que Antigüedad describió así en noviembre de 1950…
«Había querido auxiliarle»
«En aquel momento se produjo una escena dramática que produjo gran impresión a cuantos la presenciaron. El perro que se había quedado con el cazador muerto no dejaba que nadie se acercara al cadáver de su amo. Incluso al amigo, bien conocido de él, se le oponía amenazador».
«Al mismo tiempo, el otro perro, que como decimos era igualmente propiedad del señor Auge, se abalanzó sobre el cadáver, lamiéndole la cara y haciendo cosas como si comprendiera la desgracia».
«Se pudo ver que el perro con que cazaba el señor Auge no se había separado del muerto. Y no sólo no se había separado, sino que había querido instintivamente auxiliarle, arrastrándole en desesperados esfuerzos, como demostraban unos hoyos que con las patas había dejado en la tierra. Traídos ambos perros a Pasajes, se niegan a comer y están aullando constantemente, como si quisieran llamar a su amo».