Nadie sospechó
Ni los martillazos nocturnos hicieron detectar un robo a los vecinos: «Sherlock Holmes no tiene parientes en Hernani»
Para cometer cualquier delito es primordial no despertar sospechas. Lo paradójico es que, en ocasiones, lo que menos suspicacias despierta es lo más evidente y ... ruidoso. Así sucedió, por lo menos, en Hernani, en un caso del que se hizo eco EL DIARIO VASCO en su edición del 2 de diciembre de 1965.
Comentaron entonces que «un vecino de Hernani se quejaba el otro día de que no le habían dejado dormir con el ruido de los martillazos que, entre cuatro y cinco de la mañana, daban en una pared frontera a su casa y se lamentaba de la poca consideración que supone el trabajar a horas tan intempestivas, interrumpiendo el sueño de quienes tienen que madrugar».
Desde luego, aquellos martillazos a horas tan molestas no eran nada discretos, pero el vecino debió de pensar que no se trataba más que de algún incordión de la zona, cuando allí, aparte de los del martillo, estaba habiendo otra clase de golpe…
La caja fuerte… y la otra
«Al día siguiente se enteró que los martillazos habían sido desde las dos de la madrugada hasta las cinco y que los trabajadores fueron unos laboriosos 'cacos', que en un almacén situado en la casa inmediata habían desempotrado a golpe de cincel una caja fuerte que contenía poco más de veinte duros. En cambio, los ladrones no dieron importancia a otra caja que tenían a mano y que contenía cuarenta mil pesetas que se salvaron de su rapacidad».
Pie de foto
El autor del texto de DV no podía evitar referirse a la poca perspicacia demostrada por los hernaniarras: «No fue él solo sino varios los vecinos que pasaron una noche toledana por culpa del martilleo pero a ninguno se le ocurrió pensar que aquel afán de trabajo no tenía otro objeto que el de cambiar de sitio y de dueño una caja de caudales. Indudablemente, Sherlock Holmes no tiene parientes en Hernani y los 'cacos' eran o muy brutos o unos linces en psicología».
Un contrabandista
Cambiamos de lugar (a la frontera irunesa) y año (1950) pero no de día. El 2 de diciembre de 1950 escribía José María Goitia en DV sobre un contrabandista que no había despertado sospechas pese a que «frecuentemente pasaba la frontera para dedicarse a negocios de contrabando». Hasta que, no se explicaban las circunstancias, los gendarmes le detuvieron y fue condenado en Baiona a tres años de prisión.
Aunque se salieran de Gipuzkoa en dirección al norte, contando la detención de un comercial suizo cuyo coche apareció en París con lingotes de oro por valor de 25 millones de francos, y el caso de un tesoro desaparecido cerca de los Alpes, no nos resistimos a detenernos en este último, como ejemplo de la ingenuidad de algunos humanos.
«En Saint Sulpice, madame Clementine Periteneaud y su hija Germaine tenían miedo de sufrir un robo. Una noche creyeron oír una voz que les aconsejaba que escondieran sus alhajas y dinero en el bosque próximo. Aquella voz les señalaba exactamente el lugar donde mejor era el escondite».
«Las dos mujeres obedecieron y guardaron bastantes monedas de oro, alhajas valiosas, ropas de hilo y una buena cantidad de billetes de Banco. Cuando ayer fueron a visitar el escondite de su tesoro, vieron la tierra removida, comprobando que el tesoro había desaparecido». Pobrecillas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión