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Los sorteos siempre funcionan. La opción, por pequeña que sea, de recibir algún producto o servicio por encima de nuestras posibilidades y sin ningún gasto ... añadido es un buen gancho promocional.
En otra ocasión nos fijamos en nuestra 'Colección de recortes' en los grandes sorteos que antaño organizaban las cajas de ahorro guipuzcoanas para fidelizar a sus clientes. Hoy nos detenemos en otras rifas de premios organizadas por firmas comerciales.
En los años 50, las tiendas donostiarras se unieron para organizar 'quincenas comerciales', en las que incentivaban las compras entregando a los clientes boletos para participar en continuos sorteos. En la edición de junio de 1958 sumaban premios por valor de más de un millón de pesetas…
¿Entonces no se haría extraño que rifasen viajes a Lourdes? Porque hoy sí.
Otros sorteos eran más modestos, como el organizado, también en 1958, por gaseosa Esquife. Junto a clásicos electrodomésticos fabricados en Gipuzkoa, como una máquina de coser Alfa o una lavadora Otsein, había elementos menores…
¿Cómo sería una estufa «moderna» en los años 50? ¿Qué pinta tendría aquella «cornucopia dorada»?
En muchos casos, las promociones basadas en sorteos acarreaban la publicación posterior de la muy típica fotografía del agraciado sonriendo mientras recibía el regalo. Como en el siguiente caso, que apareció en EL DIARIO VASCO en marzo de 1960…
Un caso extremo de este subgénero lo encontramos en la edición de 18-IV-1965, cuando apareció una página completa demostrando la entrega de nada menos que diez premios en metálico repartidos entre los clientes guipuzcoanos de una compañía de seguros…
¿Se han fijado en que el mismo directivo encorbatado de El Ocaso salía repetido en las diez fotografías?
Muchos veteranos nos acordamos de SECUC, aquella cooperativa que agrupaba a numerosos pequeños comercios de alimentación de Gipuzkoa. Además de sus cartillas con cupones que permitían obtener regalos, SECUC organizaba campañas de sorteos en los que te podía tocar un tocadiscos, una lavadora (por supuesto, Otsein), un televisor o hasta un coche. Fíjense en el anuncio publicado el 2 de mayo de 1965…
Aquello era serio, que había sido un sorteo con notario.
Otro clásico de las promociones con posibles premios es el regalo de pequeñas participaciones en el sorteo de la Lotería de Navidad. O en la del Niño, como en el siguiente caso, de 1971, organizado por una empresa de huevos…
Nos llama la atención que tuvieran tan claro que los huevos los compraban las personas que hacían la compra, o sea, las mujeres «compradoras» y que ni indicaran la cantidad participada en la lotería: «Toda compradora de una docena de huevos puede ser favorecida con 4.000 pesetas, con la participación con que será obsequiada al hacer su compra (…)».
Nos vamos con lo más de lo más. En abril-mayo de 1973, una pequeña cadena donostiarra de comercios de electrodomésticos sorteaba entre quienes adquiriesen sus lavadoras unos premios realmente «gigantescos»…
«Un piso donde más le agrade», una viaje para dos personas pasando treinta días en «el país que vd. desee», un coche del modelo elegido… ¿Ustedes creen que no habría limitaciones, letra pequeña?
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