Historias de Gipuzkoa
El cuerno de unicornio, uno de los bienes más preciados por un reySe intercambiaba y adquiría a través de boticarios como un antídoto universal hasta el siglo XVIII. La reina Isabel I de Inglaterra pagó lo que hoy serían unos 3 millones de euros por uno
Puede parecer que el vecino de Berastegi Juan de Areso era un ingenuo al creer en la uña de unicornio para combatir su epilepsia. Pero ... nada más lejos de la realidad. El cuerno de este fantástico animal ha sido considerado como uno de los bienes más preciados que un rey podría poseer. Se intercambiaba y adquiría a través de boticarios como un antídoto universal hasta el siglo XVIII. Aparte de por sus supuestas propiedades curativas, era utilizado para crear cetros y otros objetos soberanos, como el «trono del unicornio» de los reyes daneses, el cetro y la corona imperial del Imperio austríaco, así como la vaina y la empuñadura de la espada de Carlos el Temerario. Isabel I de Inglaterra pagó por el 'Cuerno de Windsor' 10.000 libras esterlinas de la época, equivalentes hoy en día a un unos 3 millones de euros.
Los nobles de la Edad Media enviaron, incluso, cazadores a la India para dar caza al unicornio. En el siglo XV, los poderosos ofrecían hasta 40.000 monedas de oro a cualquiera que fuera capaz de capturar a la criatura y así cortar el codiciado cuerno. Sin embargo, los cazadores, para obtener la recompensa, entregaban el cuerno de cualquier otro animal. Y así todos contentos. Unos hacían negocios y otros recuperaban la esperanza de recuperar su salud.
En España el rey Felipe II dejó seis de estos objetos en herencia. El monarca adquirió doce gracias a un regalo que recibió del sultán del imperio otomano. Según el inventario que realizó la Real Academia de la Historia entre 1956 y 1959 de los bienes muebles que pertenecieron al soberano, encontraron seis cuernos de unicornios. Estos se encontraban en la Botica del Escorial o en el guardajoyas que tenía. Los demás supuestos cuernos de unicornio pudieron perderse en el saqueo realizado por las tropas napoleónicas en el palacio de El Escorial.
También es llamativo que el rey Federico III de Dinamarca encargó un trono de cuerno de unicornio y oro, que se puede ver todavía en el salón del reino del castillo-palacio de Rosenborg, en Copenhague.
La leyenda del unicornio se remonta, por lo menos, al año 308 a. C. cuando aparece en los apuntes del griego Ktesias, médico del rey persa Artajerjes II. Ktesias, que nunca viajó a la India, oyó hablar de varios animales y los mezcló en una imaginaria descripción: «Su cuerpo es blanco; la cabeza, de color rojo y los ojos, de azul oscuro. De la frente le sale un cuerno de una longitud aproximada de un pie y medio que, reducido a polvo y disuelto en una bebida, resulta un seguro remedio incluso contra el veneno más fuerte…». Eso creían ya los chinos y otros pueblos orientales del cuerno del rinoceronte acorazado o indio.
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El simbolismo del unicornio estaba relacionado con su atracción por el regazo de las vírgenes y se convirtió en el símbolo de la encarnación del Verbo de Dios, de la inocencia y del poder divino. En la actualidad sigue atrayendo a gentes de todas las edades y condición. Por ejemplo, aparece desde hace años en joyería, moda, obras literarias, peluches, llaveros, cine, juegos de rol y videojuegos. Ahora están de moda en el ámbito económico las empresas unicornio, que son aquellas que alcanzan una valoración de 1.000 millones de dólares sin tener presencia en Bolsa y es el sueño de cualquier start-up tecnológica que eche a andar.
El cuerno de unicornio era en realidad el colmillo de un feo cetáceo y el engaño lo introdujeron los vikingos en la Edad Media
En la mitología se dice que si una persona logra ver al unicornio, es un gran honor y un signo de buena suerte, fortuna y protección. Se cree, además, que el agua en la que se baña el unicornio tiene propiedades curativas y mágicas. Asimismo se le considera un protector de la naturaleza y que puede controlar el clima. En este sentido, si se enfurece puede causar tormentas y sequías.
Existen varias tesis que intentan explicar cómo surgió la leyenda del unicornio en Europa. Una de ellas procede de las exploraciones griega, italiana y macedonia en la India. Se conocían relatos de extrañas criaturas que presentaban un solo cuerno, probablemente rinoceronte índicos. Si el hipopótamo fue denominado «caballo de río» por los exploradores griegos «caballo» y «río», no es descabellado suponer que igualmente describirían a un rinoceronte indio como un caballo con un cuerno sobre la cabeza.
Uno de los sueños que tuvo Marco Polo desde el inicio de su extraordinario viaje por Oriente fue encontrarse cara a cara con un unicornio. En 1292 llegó a la isla de Sumatra y los nativos le hablaron del animal más grande de la isla, que tenía poderes curativos y que incluso podía enfrentarse con los poderosos tigres. «Era el unicornio, sí, pero su imagen estaba muy lejos de su ideal. En su diario escribió: «Son unos animales repugnantes. Su cabeza se parece a la de los cerdos y la lleva siempre cara al suelo, les gusta estar en el lodo y no responden en absoluto a lo que en nuestras tierras cuentan acerca del unicornio. Sólo puedo decir que este ser es exactamente lo contrario a la idea que tenemos del unicornio», narró en su diario. Ignoraba que se había convertido en el primer europeo que describía un rinoceronte. A partir del Renacimiento su cuerno también se vendió como si fuera el de un unicornio.
No fue hasta el siglo XVIII cuando se descubrió que el verdadero portador del cuerno de unicornio no era un animal mitológico con forma de bello caballo blanco de ojos son azules. En la Edad Media los vikingos aprovecharon del mito ya documentado en la antigua Grecia y de las leyendas preexistentes para comercializar con colmillos de narval, un cetáceo odontoceto que vive en el ártico, en el norte de Canadá y de Rusia, y por el norte del océano Atlántico. Su mayor singularidad es que tiene un solo colmillo enrollado helicoidalmente que puede llegar a medir dos metros y medio de largo y pesar diez kilos. Sale del lado izquierdo de la mandíbula superior, crece hasta salir de la mandíbula y continúa creciendo hasta la muerte del animal. Por tanto, no es un cuerno sino un diente. No existe ningún otro mamífero con un apéndice de estas características.
También se vendían en la Europa medieval falsos cuernos de unicornio que en realidad eran colmillos de mamut desenterrados de la tundra.
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