Las restricciones se llevan mejor al sol

«Los turistas vuelven a rendirse a Gipuzkoa, y los alojamientos cuelgan el cartel de completo desde el viernes, pese a que el día de Todos los Santos este año haya caído en domingo». Este sería el arranque de una crónica propia de la era pre-covid, complementada con fotografías de viajeros con maletas, turistas haciéndose selfies en una barandilla de La Concha en la que habría hecho falta coger vez para asomarse, y cuatro filas de personas frente a las barras de los bares dispuestas a pedir su pintxo desde la lejanía y a voz en grito, sin contemplar siquiera la posibilidad de estar emitiendo aerosoles. Parece que ha transcurrido un siglo desde que estas escenas fueran las cotidianas.

Este primer sábado con confinamiento perimetral ha podido tener ciertos tintes de la vieja normalidad en la forma, pero ha sido absolutamente distinto en el fondo. La nueva versión del estado de alarma, que limita la movilidad entre municipios y prohíbe disfrutar de la vida a los noctámbulos, con un toque de queda entre las 23.00 y las 6.00 horas, ha vuelto a hacer que los ciudadanos se vean obligados a disfrutar de su jaula de oro. Y la verdad sea dicha, el buen tiempo lo ha puesto algo más fácil.

Como era de esperar, los 25 grados y un sol radiante hicieron que este sábado la gente se echara a la calle. Así, volvió a extenderse el espíritu madrugador que cogió fuerza en la fase 1 de la desescalada. Los runners habituales volvieron a compartir calzada con los deportistas ocasionales; Igeldo se erigió como la opción preferida por muchos ciclistas, y Ulia volvió a parecer Las Ramblas, aunque muchos paseos se vieron frustrados a mitad de camino hacia el faro de La Plata, ante la duda de si podían llegar o no a Pasaia, como también les sucedió a los que recorrían la costa entre Zarautz y Getaria. (Como aclaración: si es en la práctica de ejercicio se puede pasar al municipio colindante).

Para añoranza de unos e indignación de otros, el muro de Sagüés llegó por un momento a parecerse al de la vida antes de la pandemia, incluida la ausencia de mascarilla de algunos que querían respirar la brisa marina, y conseguir un hueco en ese pretil era una misión tan compleja como intentar encontrar una mesa libre a partir del mediodía en muchos bares, por no mencionar la división de las cuadrillas para respetar el máximo de 6 personas.

Así, mientras en la superficie las sillas en cualquier exterior se cotizaban alto, en los aparcamientos subterráneos las plazas libres se contaban a pares ante la falta de visitantes. Los arenales guipuzcoanos albergaron una mezcla de perfiles muy propia de los días de otoño con viento sur: bañistas, piragüistas y surferos formaban parte de un bodegón en el que también había paseantes (con y sin perro), bikinis, factor 50, y hasta un hombre peinando la playa con un detector de metales.

Este sábado fue un buen día para descubrir nuevos entornos, como parques o merenderos alejados del centro, pero ubicados dentro del término municipal de cada localidad, como Txoritokieta, donde «por suerte no había mucha gente», comentaba una familia que se fue de picnic.

En un momento en el que la movilidad se restringe a lo estrictamente municipal, salvo que existan motivos laborales, educativos o sanitarios, escuchar a una familia hablar en francés por la calle puede pasar de todo menos inadvertido. «Hay franceses», se rumoreaba en un mercado donostiarra. Nada que ver con un fin de semana con las fronteras abiertas y la movilidad restablecida, «pero algo se oye», comentaban varios comerciantes.

Pese a que el país galo decretara su confinamiento domiciliario el viernes, hay quien prefirió anticiparse a los hechos y pasar antes a este lado de la muga para disfrutar de unas pequeñas vacaciones, en un lugar donde las restricciones son algo más laxas que en Francia y el alojamiento es más económico de lo habitual.

Hay quien lo hizo de manera calculada y premeditada, pero lo cierto es que la falta de controles entre Irun y Hendaia, invitó a vecinos de las dos localidades a cruzar en ambas direcciones, sin demasiado pudor. Hubo presencia policial en varios puntos estratégicos de Euskadi, aunque desde el Departamento vasco de Seguridad declinaron ofrecer detalles sobre el dispositivo de control para evitar fugas por viales alternativos en las próximas jornadas. Controlar los desplazamientos a segundas residencias, ya sea dentro del territorio, de Euskadi o a comunidades vecinas es uno de los objetivos de la Ertzaintza durante este fin de semana, en el que ya ha empezado a 'recetar' sanciones a quien se salte los límites. Asimismo, los incidentes tras marchas negacionistas ocurridos en Bilbao, pero también en otras ciudades como Burgos, Santander o Barcelona, entre otras, en protesta por las restricciones impuestas, mantiene alerta a la policía autonómica.