El guipuzcoano que repara sonrisas en África
El doctor Ángel Emparanza opera hace casi 25 años a niños y adultos con secuelas del noma, una enfermedad que desfigura los rostros y que se da sobre todo en Burkina Faso y Costa de Marfil
Acabo de llegar de Costa del Marfil, en marzo estuve en Burkina Faso y vuelvo otros 10 días en noviembre, porque este año me va a tocar hacer tres misiones, que duran entre 10 y 15 días», explica el legazpiarra Ángel Emparanza, cirujano plástico y maxilofacial que lleva casi 25 años operando a niños con secuelas del noma en África. «El noma es una enfermedad de origen multibacteriano que suele empezar como una herida en la boca, esta luego se gangrena y se propaga devorando la piel, los huesos y los músculos de la cara», explica el doctor de 62 años.
Esta enfermedad «suele afectar sobre todo a los más pobres, niños desnutridos y que viven en condiciones de insalubridad, pero no sólo en África, sino también en países como India, países de Latinoamérica y algunos asiáticos. Aunque si que es verdad que en donde más personas afectadas hay es en el oeste del continente africano, en países como Nigeria, Burkina Faso y Costa de Marfil, que es donde operamos», explica el doctor de mirada noble en un tono amable.
«El noma es una enfermedad que afecta a niños pobres, desnutridos y que viven en condiciones de insalubridad»
En cuanto a cómo empezó con la labor en la que lleva casi ya 25 años participando, el guipuzcoano relata que «todo empezó gracias a su amigo, el doctor Narcisse Zwetyengaun, «yo estudié en Burdeos y conocí a Narcisse porque fue mi sustituto en el Hospital Universitario de Dijon en Francia, en donde ahora es jefe de servicio de cirugía maxilofacial y plástica. Fue él quien me propuso en el año 2000 ir a Nigeria, porque había una enfermedad que se llamaba noma y me insistió en que tenía que ir con ellos. Y así empecé, primero en Nigeria y luego en Costa de Marfil y Burkina Faso».
Sobre el noma, cuya raíz etimológica viene del griego 'numein', que significa devorar o roer, el doctor admite que «es una enfermedad terrible que nos sorprendía incluso a nosotros como cirujanos, porque aquí nunca habíamos visto algo similar. Muchos de los pacientes tienen tumores gigantes en la cara y otros esconden grandes heridas y agujeros que no les permiten sonreír. Incluso después de las operaciones, creíamos que nunca se habían visto en el espejo y que por eso no sonreían, pero han vivido toda su vida con una gran tristeza y escondidos, es algo que no han podido hacer nunca y que no conocen», resalta.
El cirujano cuenta que estos niños «son pacientes que a los que le faltan defensas, en muchos casos porque son niños que nacen de una madre que a su vez está inmunodeprimida», además de ser casos que se produce en la zona del Sahel, el cinturón justo debajo del Sahara. «Cuando visitas esas poblaciones te das cuenta que es gente que depende totalmente de la cosecha de ese año y que si no hay cosecha no comen, además de vivir en condiciones insalubres en cabañas de paja y barro».
La dificultad de las misiones
Padecer la enfermedad también «es una vergüenza para las familias por lo que las personas que la sufren son escondidas en establos y tienen que convivir con todo tipo de animales. De hecho, suele ser muy difícil para nosotros encontrar a los pacientes por esto mismo, porque ellos no vienen voluntariamente, tenemos que mandar a personas a los pequeños poblados porque están escondidos y muchas veces hay que convencer a los familiares para poder operarlos», añade.
«He operado a 5.000 personas y he participado en 40 misiones, que suelen costar cada una entre 90.000 y 140.000 euros»
«Ahora mismo soy el único guipuzcoano que va a las misiones, pero el año que viene tengo pensado crear un nuevo equipo que me acompañe», apunta Ángel Emparanza, que en 2018 decidió crear la fundación 'La Sonrisa de la Esperanza' y desde 2012 coopera con la ONG 'Le Chaine de l'Espoir' en Burkina Faso y con la ONG 'Sourire un jour' en Costa de Marfil.
«Necesitamos de mucha colaboración para ayudar al mayor número posible de personas, en estos 25 años he operado a alrededor de 5.000 pacientes y he participado en 40 misiones, que suelen ser bastante caras, ya que suelen costar entre 90.000 y 140.000 euros. Hay que hospedar al paciente y cubrir todos los gastos y no es fácil. Además de todo el equipo médico y demás material. Yo suelo viajar con 60 kilos en la maleta, la gran mayoría, equipo médico. La gente es muy amable y suele agradecernos y eso es lo que más nos reconforta y lo que nos motiva, porque todo lo demás es bastante complicado».