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La hija de la peluquera bajó una mesa de camping y unas sillas desparejadas al patio de la comunidad. Los estudiantes realquilados del 3B encontraron ... en su altillo un parchís polvoriento mientras buscaban velas. El del taladro despertador de los domingos plantó unos caballetes y dos tableros. Los Urbieta bajaron latas de espárragos, paté y dos ensaladas mixtas. García, del 4C, desenfundó una guitarra que no tocaba desde los años 80. La mesa fue creciendo y se pobló de embutidos, queso, vino y cerveza templados, platos de camping y patatas de bolsa.
El del 2A, que fue concejal, leyó en voz alta los primeros capítulos de Harry Potter y los más pequeños formaron un corro a su alrededor. Atardecía cuando Lucía, la abogada de nariz aguileña, nos enseñó a reconocer el canto del mirlo y el de la abubilla. Tras acabar la segunda canción logramos que García devolviera la guitarra a su funda. El cincuentón del tercero hizo las paces con su hijo adolescente. La anciana del bajo sacó agujas y ovillos y enseñó a hacer punto a mi hija. Jon y Maite, mis vecinos de rellano, encontraron el momento y hablaron de lo suyo.
Ya de noche, Carlos, el presidente, nos descubrió en el cielo virgen los planetas, las constelaciones y los satélites de Musk. El mediano de los García ganó la final absoluta de parchís. Entonces volvió la luz. Recogimos y nos recogimos en silencio. Sonrisas tímidas. Miradas esquivas. A lo lejos se escuchó algún aplauso.
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