Las leonas dedican su vida a cazar para la manada. El grupo las compensa con una jubilación apacible y las alimenta hasta la vejez. Los ... leones macho, en cambio, sólo mueren viejos si han vivido en un zoo. De joven, temible y poderoso, protege a la manada. A cambio pasa el día dormido a la sombra, come primero y se reserva los bocados más jugosos.
Con los años, el león macho comienza a ser vulnerable. Es más lento, menos fiero. Le cuesta defender al grupo y todos en la selva lo saben. Llega el día en que los jóvenes machos expulsan al viejo líder bajo amenaza de matarlo. Éste, cada día camina un poco más alejado de la manada hasta exiliarse. A veces, alguno intenta recuperar su posición en la manada pero, para ser aceptado, debe derrotar al macho, joven y corpulento, que ahora gobierna. Vano intento.
Un león viejo y solitario es el más peligroso para los humanos. Preferiría comer antílope o cebra pero esos animales se cazan en grupo. El humano es débil, lento y su carne blanda no lastima sus cansadas mandíbulas.
Decrépito, cosido a cicatrices, herido en su cuerpo y en su orgullo, el león dormita nostálgico de hazañas pasadas. De pronto despierta, reúne todas sus energías y ruge con la rabia de quien pretende demostrar que aún le queda guerra para rato. Gruñe, irritado, porque no entiende que su tiempo ya pasó, que el presente requiere nuevos líderes. Pero la melena, vestigio de su ego, le impide ver que la agresividad de un león viejo es tan despiadada como inútil.
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