Un joven granjero vuelca sobre el suelo de piedra un cubo lleno de granos de maíz y todo el gallinero irrumpe en escena para picotear ... con gran alboroto. Acto seguido espanta a las gallinas y vuelca sobre el maíz un segundo cubo de pienso granulado. Las gallinas picotean el pienso y desprecian los granos de maíz hasta que acaban con el compuesto.
Al ver este vídeo di por hecho que los laboratorios químicos consiguen añadir algo al pienso compuesto para que lo prefieran. En ese momento sentí que esas gallinas somos nosotros y el granulado químico los cientos de notificaciones, alarmas y otros estímulos con los que nos acribillan cada día. Es difícil centrar nuestra atención en lo que nos gusta cuando vivimos hostigados por todo tipo de distracciones digitales ideadas para robar nuestra atención.
Cada año, la maquinaria del consumo anuncia cinco partidos del siglo, la mejor serie de la década, dos conciertos de despedida de los escenarios y unas cuantas cenas exclusivas. Pero esta saturación de estímulos está provocando el efecto contrario. Esta semana no he visto un minuto de los partidos de champions, ni un penalti de la final de copa, he escapado de Almeida, he eliminado todas las notificaciones del móvil y evitado los telediarios. Y esta renuncia me ha provocado una la alegría que no esperaba. Decir no, de cerrar la puerta, apagar pantallas me ha hecho descubrir el placer de perderme cosas. Desde que estoy a dieta de pienso, los granos de maíz saben mucho mejor.
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