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La donostiarra Josebe Amondarain padece una discapacidad física que le obliga a moverse en silla de ruedas. Apenas puede caminar, solo «del brazo» de su marido o «con un bastón». Aunque siempre había sufrido de dolores musculares, el diagnóstico tardó en llegar. «Sabía que tenía ... problemas, que algo no iba bien. Los brazos, por ejemplo, no podía levantarlos», reflexiona esta vecina del barrio donostiarra de Amara. Los resultados de las diferentes pruebas concluyeron que tenía «una enfermedad rara degenerativa llamada distrofia muscular», que le impide moverse con normalidad. De ahí que a comienzos del año pasado se comprara una furgoneta, que después adaptó con un elevador para poder acceder a ella en silla de ruedas, e iniciara los trámites para que el Ayuntamiento de San Sebastián le concediera una plaza de parking nominativa cerca de su hogar. «Hice la solicitud en junio, y hasta ahora no lo he conseguido. Por fin me han dado la raya que me correspondía por mi discapacidad», celebra después de haberse puesto en contacto con esta redacción por las dificultades que se estaba encontrando en el camino. Tras varias consultas de este periódico con el consistorio donostiarra y la Diputación de Gipuzkoa, ha recibido la llamada que «tanto tiempo llevaba esperando». Y está «feliz».
Ha sido alrededor de medio año de papeleo, en el que «la impotencia» ganó a la esperanza. En cuanto comenzó a usar su silla eléctrico supo que necesitaba cambiar de vehículo. Deshacerse de su coche y comprar una furgoneta «más grande» donde poder viajar «con comodidad. Es una furgo adaptada y me dejé en ella todos mis ahorros», explica. No le quedaba otra.
El «problema» era que, aunque tiene garaje en el barrio donde reside, no le entraba la furgoneta, por lo que pidió al Ayuntamiento una plaza de estacionamiento con matrícula para personas con movilidad reducida. Esto es, un aparcamiento nominativo en el que solo puede dejar el vehículo ella, con la ventaja de que además no tiene que moverlo porque no cuenta con tiempo de estacionamiento máximo. Hasta ahora, en los alrededores de su casa contaba con un par de plazas para personas con discapacidad, «pero cada 'x' tiempo tenía que mover el coche y es muy incómodo para mí. Me cuesta mucho prepararme y moverme y puedo tardar hasta una hora en salir de casa solo para cambiar mi furgoneta de sitio», se lamenta.
Ella pensaba que el proceso iba a ser relativamente sencillo, pero para su sorpresa ha tardado más de seis meses en lograr la plaza nominativa. Mientras tanto, no ha recibido «ninguna respuesta» del Ayuntamiento, más allá de que no le podían dar lo que solicitaba porque en su valoración de discapacidad de la Diputación de Gipuzkoa «no reflejaba» que se desplaza en silla de ruedas, «aunque sabían que eso era cierto». Es más, la silla «la ha subvencionado la propia Diputación».
Aunque «ha costado más de la cuenta», ya tiene su plaza nominativa, que el Ayuntamiento le ha concedido esta misma semana. Desde el consistorio aseguran que les faltaba por comprobar varios documentos para asegurarse de queJosebe cumplía las condiciones y que, una vez hechas todas las consultas pertinentes, le avisaron con la buena nueva. Desde la Diputación, por su parte, dicen que este tipo de situaciones dependen del consistorio. Sea como fuere, Josebe ya tiene la raya que le corresponde.
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