En estas mismas páginas comenté hace tiempo los chalecos antibalas confeccionados con seda de araña. Había en ello algo de poético: detener las balas con ... la suavidad de un hilo casi invisible. Aquellos chalecos eran superiores a los tradicionales de Kevlar, pero la naturaleza impuso sus límites. Las arañas, criaturas solitarias y poco dadas a la convivencia, frustraron los intentos de criarlas en granjas para 'ordeñar' su seda. Esas piezas extraordinarias quedaron relegadas al lujo: existen, sí, pero apenas se fabrican unos cuantos ejemplares al año.
Ahora, la revista Matter publica un trabajo dirigido por Jin Zhang, de la Universidad de Pekín, que describe una fibra aún más resistente que el Kevlar y que la propia seda de araña. Es un hilo de apenas 1,8 milímetros de grosor, tejido con polímeros aramídicos –igual que el Kevlar– reforzados con nanotubos de carbono, la verdadera novedad.
Pruebas balísticas muestran que su capacidad de absorber energía sin quebrarse duplica el récord vigente, lo que abre la puerta a chalecos antibalas más ligeros y a aplicaciones en estructuras aeronáuticas, entre otras. El artículo guarda silencio sobre un aspecto crucial: la posibilidad de producir esta fibra a gran escala. La idea es fascinante y hasta poética, pero si su destino se limita al laboratorio y su escalado industrial resulta inviable, quedará como una curiosidad científica o como un capricho reservado a millonarios, igual que los chalecos de seda de araña.
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