Siempre me ha sorprendido que un chihuahua y un gran danés sean la misma especie y que hace poco más de diez mil años su ... antecesor era el lobo.
He leído muchas veces que la domesticación del perro comenzó en la edad de piedra, hace más de diez mil años. Hay datos arqueológicos abundantes sobre la convivencia de perros y humanos en aquellas remotas épocas.
Dos recientes artículos publicados en la revista «Science» aportan nuevas pruebas. Se han estudiado más de 600 cráneos caninos en un lapso de 50.000 años. Los datos interesantes son tan abundantes que solo enumerarlos es imposible en esta columna. Destaco los que a mí me han gustado.
Hace 11.000 años, poco después de la última glaciación, los esqueletos de los perros comenzaron a cambiar: hocicos más cortos, cabezas más anchas y robustas.
Casi la mitad de la diversidad de razas modernas ya existía en la Edad de Piedra.
Otro análisis de ADN antiguo muestra que los movimientos de perros domésticos coincidían con las migraciones humanas, reforzando la idea de que los perros han viajado e integrado en nuestras sociedades durante milenios.
Probablemente la domesticación surgió de manera accidental, cuando los lobos se acercaban a comunidades humanas en busca de comida. Los más mansos sobrevivían mejor. Siempre me imaginado a un niño, haciéndose amigo de un perrito recién nacido y adoptándolo como mascota.
La forma física y el aspecto de los perros fue una adaptación al tipo de comida, al entorno y al gusto humano.
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