A finales del mes de junio me fui unos días de excursión a Gijón. Hace muchísimos años que conozco esa bella ciudad, pero cada vez que voy descubro algo nuevo. En esta ocasión, lo nuevo ha sido un pozo que está en mitad de la ciudad, en la Plazuela del Marqués. Es un pozo aparentemente sin nada especial, salvo que se sabe que forma parte de una fábrica romana de salazones. Allí incluso se hacía la famosa salsa 'garum'.
Cuando contemplábamos el pozo, alguien le preguntó al guía la razón de que la atmósfera no estuviera limpia, el sol se veía como detrás de ... una fina nube. El guía nos dijo que era debido al humo de los incendios de Canadá. Esa afirmación, que es cierta, me hizo pensar en lo pequeño que es el mundo. Suelo imaginar que América está muy lejos, tanto que es difícil que lo que pase allí nos afecte, pero resulta que incendios en Canadá, hacen que la atmósfera en Gijón se llene de humo. ¡Curioso!
No hace mucho sufrimos una calima de fino polvo procedente del Sahara. Dicho desierto está lejos, pero es fácil aceptar que el viento pueda traerlo hasta España. Más difícil de creer, pero cierto, es que el polvo del Sahara es uno de los elementos fundamentales para la fertilidad de la Amazonia.
Montados como polizones, en los polvos del Sahara, hay esporas, bacterias, pólenes y otros minúsculos seres vivos, que viajan de un continente a otro, demostrando lo pequeño e interconectado que es nuestro mundo.
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