El estilo de vida digital ha desdibujado la frontera entre lo público y lo privado. Las redes han construido su éxito sobre nuestra curiosidad y ... una pulsión exhibicionista que estalló al colocar una cámara en el móvil. Como una cebolla, estamos formados por capas concéntricas que se superponen desde el núcleo, lo más íntimo, hasta la capa más externa del bulbo, lo público. Hoy nos definen las capas de intimidad que estamos dispuestos a compartir en este escenario virtual.
Mucho antes de internet, Jacques Lacan acuñó el concepto de extimidad para definir la exposición pública de emociones, pensamientos y trozos de piel que hasta hace poco considerábamos privados. Conocer a alguien era un proceso progresivo en el que descubríamos, capa a capa, nuestra afinidad a través del trato y el intercambio de opiniones. Hoy nos damos a conocer sin pudor a través de imágenes y pensamientos que diseñamos con el ánimo de generar una imagen deseada y deseable de nuestra vida.
La extimidad son esas capas aparentemente privadas que estamos dispuestos a compartir. Pero eso nos lleva a repensar en qué consiste hoy la privacidad. Observad a alguien mientras se hace un selfie. La intimidad son los ensayos previos y la mueca seria posteriores a la sonrisa que exhibirá en la foto que publicará. Lo privado es hoy lo que no compartimos, lo que sufrimos, tememos, sentimos en silencio, y para protegerlo intentamos esconderlo detrás de cientos de imágenes atractivas, de máscaras sonrientes.
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