«Volveremos a llenar las baldas»
El Banco de Alimentos de Gipuzkoa confía en la solidaridad ciudadana para llenar las estanterías y ayudar a más de 15.000 personas en la Gran Recogida, a partir del 7 de noviembre
A pocos días de la Gran Recogida, el Banco de Alimentos de Gipuzkoa afronta un escenario urgente en sus almacenes: las baldas están «prácticamente vacías». ... Así lo explica Belén Méndez de Vigo, presidenta de la organización, quien confía en que «volverán a llenarse» de cara al 7 de noviembre, fecha del inicio de la gran recogida. «Es como un coche que va andando y le pones gasolina. Pero al mismo tiempo que le echas se le va gastando». Así es como define la presidenta el momento que está viviendo la organización con la alimentación que ellos recolectan.
El año pasado fue especialmente «complicado». Hace ya casi un año de la DANA y la Gran Recogida de alimentos del pasado diciembre tuvo que enfrentarse a la urgencia provocada por aquella tragedia, lo que afectó directamente a la aportación ciudadana. Sin embargo, fue la posterior campaña de primavera la que dio alas con un incremento del 55% en las donaciones, una muestra clara de la solidaridad guipuzcoana, tal y como explica la presidenta del banco.
Pero la realidad es que a día de hoy están muy necesitados de alimento. A falta de dos semanas, desde dentro de la organización están «tranquilos porque sabemos que siempre que necesitamos, la ciudadanía responde», explica Méndez de Vigo.
Sin embargo, la situación es cuanto menos llamativa, puesto que este vacío en las estanterías contrasta con la mejora en las cifras de beneficiarios atendidos. En lo que va de año, cerca de 1.500 personas han dejado de requerir ayuda alimentaria, estableciendo el total de demandantes en 15.500. Esta reducción se asocia a una mejoría en el empleo y la situación económica de los necesitados, un dato que la organización celebra «orgullosa».
Aun así, a pesar de la ligera mejora social, la organización sigue enfrentando un alto número de demandas urgentes que requieren de solidaridad ciudadana.
Los perfiles de las personas que atienden son «muy variados». Desde personas solas hasta hogares con siete miembros, incluyendo jóvenes, inmigrantes, personas mayores y trabajadores con dificultades económicas.
En cuanto a las donaciones, el arroz, la pasta y las legumbres siguen siendo básicos para los almacenes, pero hay un énfasis especial en las conservas –de pescado, verduras y frutas– que suelen escasear, así como pañales paro los bebés. La leche y la alimentación infantil se compran con fondos económicos, lo que garantiza una frescura que no se puede asegurar con donaciones físicas.
Voluntarios con «energía»
Los 180 voluntarios que colaboran con la organización describen un día a día lleno de esfuerzo y compromiso. Los turnos se reparten. Lourdes y Mila van los martes, pero el trabajo es constante. A estas dos mujeres, ambas jubiladas, les «llena» saber que cada día que acuden al almacén aportan un granito de arena en ayudar a los más necesitados. Al igual que ellas, el perfil mayoritario de los voluntarios es de jubilados, aunque este año se ha sumado la colaboración de jóvenes a través de Mondragon Unibertsitatea, que aporta «energía» para la próxima recolecta.
La presidenta destaca esta cooperación con la universidad, subrayando el valor añadido de involucrar a los jóvenes en un proyecto que necesita compromiso y generosidad para que pueda sostenerse a largo plazo.
Méndez de Vigo insiste en que la respuesta social siempre ha sido ejemplar y que esta vez no será menos. «Pedimos que todo el mundo pueda dar lo que pueda, sea mucho o poco, según sus capacidades». La llamada es clara: la solidaridad es imprescindible para que miles de personas sigan recibiendo ayuda.
El Banco de Alimentos mantiene la esperanza y confía en superar las donaciones del año pasado, con la finalidad de llenar las estanterías y llegar «sobrados» a primavera.
Para ello, es fundamental que cada persona entienda que, aunque la mejora económica ha reducido el número de personas necesitadas, la ayuda debe continuar. Cada granito de arena suma y permite que la red de solidaridad siga siendo un salvavidas para quienes más lo necesitan.
Este movimiento no solo representa una campaña de donación, sino un acto comunitario entre todo el territorio que refleja la cohesión y empatía social de todos los guipuzcoanos.
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