Bar Bergara, 70 años en miniatura

Yo siempre soy feliz allí. Es uno de mis bares de cabecera, de los que más quiero. Me gusta dejarme caer de vez en cuando para disfrutar de esos clásicos que ya se han convertido en icono de nuestra gastronomía en miniatura, pero también porque Esteban y Monty con su forma de ser, con su amabilidad, siempre me cuidan muy bien, siempre me hacen sentirme como en casa y eso es un auténtico lujo. Hay una cosa curiosa, porque yo habitualmente si salgo a tomar algún pote siempre soy de beber cerveza, pero, cuando voy al Bergara siempre apuesto por el vino, porque gracias al conocimiento y a la pasión que sienten Monty y Esteban por los vinos, siempre me sorprenden con tesoros vinícolas que me dan a probar.

Y qué decir de sus pinchos. Siempre he destacado esa barra llena de color, de sabor, de manjares en miniatura, hoy en día reducida por motivos sanitarios, pero que siempre es un festival para la vista, el olfato y el gusto. En agosto me dejé caer dos veces, para comprobar que en el Bergara se sigue comiendo muy pero que muy bien y sigue en la cresta de la ola.

En aquella primera visita aposté sin dudarlo un ápice por los clásicos, esos pinchos que deberían ser declarados patrimonio gastronómico de nuestra ciudad y que son de obligada degustación si es la primera vez que os dejáis caer por el Bergara. Empecé con el Itxaso, el rape con crema de marisco, y el Txalupa, gratinado de setas con langostinos, dos iconos, las dos grandes referencias junto a la tortilla de anchoas, que es una maravilla, y el bacalao ajoarriero, otro gran manjar. Podría decir que estos cuatro pinchos son los que más nombre tienen, los que más destacan por encima de todos los demás, son los que componen el menú degustación, que cuesta 25€ con dos bebidas y postre, junto con el txopito y la falsa lasagna de anchoas. Yo así opino al menos, aunque, personalmente añadiría un quinto, la fideuá, que me encanta, pero este ya es un gusto personal.

Esos suelen ser los pinchos que habitualmente como cuando visitó a Monty y Esteban, por eso, en mi segunda visita a finales de agosto, agradecí que me hicieran un recorrido a través de esos pinchos que a mi se me quedan en un segundo nivel pero que también son un auténtico placer para el paladar, porque comas lo que comas, en el Bergara siempre serás feliz.

Abrimos el festival con el pincho de foie con mermelada de mango y a partir de ahí por la mesa desfilaron una deliciosa croqueta de jamón, el gratinado de pisto, el espectacular risotto de hongos con foie que está como para incluirlo en mi listado de pinchos favoritos del Bergara; la delicia de pato al calvados, el montadito de lomo con queso y pimientos que es el pincho más antiguo del bar, la minihamburguesa de wagyu que viene con tomate y queso y al que en una esquina del plato le añaden una pizca de wasabi para el que se atreva a darle un toque fresco pero potente; el foie con uvas al oporto y el roquefort con anchoa, un pincho que me sorprendió muy gratamente. Todo ello antes de terminar con dos postres caseros, la tarta de queso y el tiramisú.

Fue un homenaje en toda regla donde descubrí pinchos que no había probado hasta entonces y donde pude comprobar que el Bergara sigue en plena forma y se mantiene como uno de los templos del pincho donostiarra. 70 años de trayectoria, pero con espíritu joven, con ganas de seguir haciéndonos disfrutar, el legado familiar de los Bergara sigue más vivo que nunca. On egin!