Receta de focaccia italiana, el pan multiusos

La focaccia es, gastronómicamente hablando, una de las mayores obras de arte de la gastronomia italiana. A pesar de estar su popularidad internacional eclipsada por la pizza, este pan italiano es un auténtico manjar que se consume a diario en el país alpino y que seguro hemos probado en alguno de nuestros viajes a Italia. La focaccia se podría describir este pan como una variedad plana y no muy gruesa, de gran tamaño y cuyo protagonismo está en la miga. Esta, repleta de 'burbujas' de aire, es jugosa y suave, a medio camino entre tersa y tierna. Su corteza, por otro lado, es crujiente y firme.

Las versiones saladas son las más habituales, siendo la más frecuente la focaccia de aceite de oliva con alguna hierba aromática (normalmente romero), a la que suelen añadirse olivas negras o verdes. También se ve y se come mucho este pan acompañado de tomate -seco o estilo cherry- y/o quesos (principalmente las variedades mozzarella o burrata, queso azul, queso feta y de cabra). No olvidemos los vegetales, siendo la cebolla y los pimientos los más habituales; ni la proteína animal, con las antxoas y los embutidos (jamón, tocino, txistorra…) copando la popularidad.

La focaccia se remonta a la antigua Roma, donde se hacía un pan plano y salado llamado panis focacius. Durante la Edad Media, se convirtió en un pan popular entre los campesinos en Italia, y se cocinaba en hornos comunitarios en los pueblos. En la región de Liguria, la focaccia se convirtió en un elemento básico de la dieta local y se elaboraba con aceite de oliva y sal gruesa.

Con el tiempo, se añadieron otros ingredientes como hierbas y tomates. En la actualidad, la focaccia se puede encontrar en muchas variedades y se utiliza en todo, desde bocadillos hasta acompañamiento de platos principales. También es popular como aperitivo en Italia y en todo el mundo.