Encuentros en la escalera

Santi y yo nos encontrábamos en muchos lugares del edificio de DV. Éramos vecinos de asiento en la mesa del Consejo de Dirección de los ... lunes y el último que estuve con él fue el anterior al jueves de su asesinato. Ese lunes me contó la lesión que le provocó jugar al frontón en su Durango natal y su necesitad de acudir a recuperación, sesiones con trágico final en Matia. A la vez me recriminó que se hubiera publicado una reciente entrevista, de las de calendario establecido para todos los partidos, con un político que él consideraba poco recomendable para las ventas del periódico. También éramos vecinos de plaza de aparcamiento, y siempre se interesaba por el espacio que me dejaba. Como veteranos en la empresa, hubo muchas más charlas de las de trabajo, actualidad y familia, en este último caso con sus hijos como tema esencial. Pero mi gran recuerdo es la imagen de muchos encuentros monotemáticos en la escalera que une la Redacción con la Administración. Por la mañana: «Oye –me decía–, con paginaciones tan altas estamos gastando mucho papel». Y a continuación, encorvado y lanzando una mirada entornada al futuro, anunciaba una subida de precio de los fabricantes suecos. Por la tarde: «Oye, ¡cuánta paginación gasta la competencia! Nosotros no debemos reducir la nuestra». ¿Contradicción? Solo en apariencia. En realidad, y al margen del humor que suscitaba el supuesto dilema, Santi trataba de manifestar en voz alta la preocupación constante que tenía sobre las cifras –del papel, de ventas, de gastos, y de todos los temas imaginables– que representaban el devenir de DV y que incansablemente le taconeaban en el cerebro hasta formar parte indisoluble de su personalidad y de su vida. Hoy Santi no deambula por esa escalera, pero en el lugar más visible de la misma una placa con su nombre lo recuerda.