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«Si los tuyos no te acompañan en esta carrera, difícilmente puedes llevarla a cabo». Y ahí, las mujeres son«más generosas» que los hombres ... . La primera que habla es Uxue Barkos. Y lo hace en primera persona, asumiendo el respaldo recibido por sus chicos, su marido y su hijo, para llegar hasta la Presidencia de Navarra. La segunda reflexión es de Iñigo Urkullu, el lehendakari del Gobierno Vasco que reconoce una de las diferencias, o desigualdades, que siguen marcando la proyección profesional de las mujeres y los hombres en el terreno político. Un sector –coinciden ambos– donde, a golpe de leyes, se están rompiendo esos «techos de metacrilato» que existían en ámbitos «reservados durante siglos a los hombres». Y que ayudan a romperlos en otros ámbitos. «Nos engañaron, no eran de cristal, eran igual de transparentes pero mucho más duros», confirma la presidenta navarra, que acepta la invitación de El Diario Vasco para hablar de tú a tú con el lehendakari desde lo más alto de la responsabilidad política que ambos ostentan en sus comunidades.
Barkos resquebrajó a su manera uno de esos techos. No es la primera presidenta navarra. Y por eso remarca que en política «pese a las críticas y a los roles masculinos que siguen imperando, se da una paradoja hermosísima, que es que el mismo poder político se autoimpone la incorporación de la mujer, y lo hace por vía legal». Esas listas cremallera de las que ella misma receló al dar el salto desde el mundo del periodismo son las que han acortado un camino que, en caso contrario, habría sido «más largo y costoso». Urkullu comparte «plenamente» que esas medidas han «favorecido» el asentamiento de una «cultura política» donde las mujeres ostentan, igual que los hombres, «ámbitos de responsabilidad».
Él mismo se hace la pregunta que resulta inevitable a continuación. «¿Para cuándo una mujer lehendakari?». Y contesta pragmático: «Se olvida que hace muchos años hubo una vicelehendakari, o que las últimas presidentas del Parlamento han sido tres mujeres, que representan la segunda autoridad de Euskadi». Un hecho que no evita otra realidad, la de que los máximos cargos ejecutivos de las instituciones vascas, Gobierno Vasco, diputaciones y alcaldías de las capitales, sigan ocupados por hombres.
Reunidos en las instalaciones de este periódico, ambos hablan con sosiego de esa evolución. La paridad en gobiernos y/o parlamentos ha transformado radicalmente la fotografía del poder ejecutivo. Una transición, creen los dos dirigentes, «alentada» por el empeño de unas políticas públicas que, en la buena dirección –matizan–, «son eficaces» para «empujar no solo al ejercicio político y a la función pública» hacia la igualdad, sino a toda una sociedad que avanza «poliki-poliki». «Creo que eso que a veces se entiende como imposiciones», añade Barkos, «posibilitan en la práctica que las mujeres puedan ejercer en cualquier ámbito profesional sin que lo doméstico sea un lastre».
Hablan de las políticas de conciliación, de los permisos de paternidad, de las oportunidades, de las medidas para combatir la brecha salarial... de políticas, insisten, que van desterrando esos roles de género que, por ejemplo, en el ámbito político, –reconoce el lehendakari– retraía a las mujeres de participar en la dinámica de partidos, por el simple hecho de que las reuniones eran «fuera del horario de trabajo normal», a esa hora en la que lo doméstico se imponía, solo a ellas, sobre lo profesional. Urkullu aplaude que «la ruptura» de esos roles enquistados haya propiciado un «cambio cultural» para que ellos también «renuncien a otras cosas, para asumir la gestión del domicilio o la vida familiar» en favor de la carrera de sus parejas. Porque la familia, coinciden los dos presidentes, es «donde más renuncias y más exiges» en carreras políticas como las suyas.
Con ese apoyo consolidado, es más fácil hacer frente a la «falta de talla y nivel» que Barkos se ha encontrado en algún momento de su andadura institucional. Habla de episodios machistas. De «desprecio por estar ante una mujer más o menos agradable estéticamente, y desprecio porque en un momento de su vida no es tan agradable estéticamente. Yo lo he vivido», asegura. «Pero siempre he ligado esos comportamientos, que atacan por la vía de género y no por la política, a posiciones personales, no a formaciones», explica Barkos. «La talla personal condiciona la talla política», concluye la presidenta, mientras el lehendakari asiente pensando también en otras «faltas de respeto» que se producen en planos ajenos al de género. «Críticas ridículas, infantiles, que apelan a la forma de ser, al carácter, a la forma de conducirse en la vida o a la forma de vestir», reprocha.
Pero las conquistas en el terreno político, social, económico, deportivo, cultural, profesional... son aún insuficientes y frágiles. «Las políticas públicas son la propuesta para que el tren no descarrile, no será la más rompedora, pero es la que encamina a la sociedad frente a quienes proponen el camino de vuelta», advierte la presidenta navarra. El freno ante esas «vocaciones» que plantean retroceder 20 o 30 años. Y, alerta la presidenta, esas políticas que pretenden retrasar los logros o dar pasos atrás, «no van poliki-poliki».
La alarma más peligrosa, recalca el lehendakari, es la que se cierne sobre las políticas contra la violencia de género, «la mayor expresión de desigualdad» que existe. Y es precisamente la «virulencia» de casos de malos tratos, abusos, violaciones y asesinatos de mujeres visibilizados en los últimos años; y la reacción pública, cada vez mayor, que provoca cada uno de ellos, la que hizo estallar el 8M del pasado año la movilización feminista y la que la convirtió en una demostración histórica que hoy volverá a repetirse.
«La violencia que se ejerce sobre la mujer por el hecho de serlo no es nueva», asume la presidenta navarra. «Pero sí lo es la percepción y aceptación de la sociedad de que no es una circunstancia doméstica, sino una batalla social», añade Barkos, que visualiza el inicio de esa reacción, casi espontánea, con las protestas tras el caso de 'La Manada'. «Yo conozco los Sanfermines desde hace mucho tiempo, y la estampa de aquel año al ver parar la fiesta a las 7 de la tarde con todos vestidos de blanco para denunciar lo ocurrido fue increíble», recuerda. «Creo que acertamos en denunciarlo con esa potencia, fue la primera vez después del asesinato de Nagore Laffage».
Ese magma de indignación por una agresión machista, unido a la propagación inmediata por las redes sociales, fue clave, cree el lehendakari, para «la eclosión» de una reivindicación que saltó a las calles. Y tocó con fuerza la puerta de los despachos.«Se conciliaron muchos anhelos, de las mujeres de los 60 y 70, de una juventud que no quiere salir con miedo, que quiere las mismas oportunidades», resume la presidenta.
En sociedades con el nivel de desarrollo de la vasca o la navarra, Uxue Barkos sitúa «la clave» del debate sobre igualdad «en el binomio maternidad/carrera profesional». Para abordarlo y resolverlo con justicia, plantea tres principios. El primero, dice, es que «tener hijos es algo compartido, y obviando la circunstancia biológica, que es determinante y que hay que reivindicar», dice mientras se recuerda embarazada de Xabier «como un tonelico» cubriendo un atentado en Madrid en pleno agosto.El segundo, es que «las mujeres no pueden aceptar la losa de que la maternidad cumple ratios, que si vuelves pronto a trabajar eres mala madre y si tardas, mala profesional», dice pensando en dos políticas, Chacón y Sáenz de Santamaría cuando fueron madres siendo ministras.
Y tercero, recuerda que «tener hijos produce un beneficio al conjunto de la sociedad. Y así debería ser observado por la Administración pública y la empresa privada. Tener hijos es una aportación, es rentable», recalca contra la marginación de las mujeres a la hora de contratarlas. Un estudio acaba de demostrar que con el mismo currículum, ellas tienen un 30% menos opciones de lograr el trabajo.
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